Huesca

CORONAVIRUS

La Abubilla recuerda su año de lucha contra la covid y mira ya al futuro

La residencia de Yéqueda deja de ser centro covid al no haber brotes en residencias y abrirá sus puertas como centro ordinario en abril

Mateo Ferrer, director de La Abubilla, coloca la urna para recordar el año de pandemia.
Mateo Ferrer, director de La Abubilla, coloca la urna para recordar el año de pandemia.
Rafael Gobantes

Un 23 de marzo de hace un año, a las once de la noche, entraban en La Abubilla de Yéqueda los dos primeros mayores con covid. Casi un centenar de personas, todas ellas contagiadas con coronavirus, pasaron por la residencia en la primera ola de la pandemia hasta que a principios de verano, La Abubilla pasó a acoger casos negativos toda vez que las residencias podían sectorializarse mejor.

Entre ambas épocas, 160 mayores fueron atendidos en Yéqueda y 27 murieron, todos ellos en la primera ola. Un año después de que La Abubilla se convirtiera en centro covid, los trabajadores del centro, el personal del Salud y del IASS que estuvieron en la residencia y todos los que colaboraron -el Ayuntamiento de Igriés, Protección Civil, Cruz Roja...- han celebrado la tarde de este martes un acto para recordar a los fallecidos y enterrar una urna con mensajes de apoyo recibidos este año, cerrando así una etapa muy dura y dolorosa.

La urna se ha enterrado bajo una planta cargada de simbolismo, un laurel romano, "la primera en florecer tras el bombardeo atómico de Hiroshima", ha explicado Mateo Ferrer, director de la residencia. Y eso se busca, que ese laurel romano a escasos metros de la puerta de la residencia simbolice "un nuevo florecer de la sociedad tras este año tan duro". Los trabajadores y colaboradores presentes en el acto han depositado tierra sobre la urna para que "también ellos puedan cerrar su ciclo".

Y es que si el último año ha sido muy duro para la sociedad, en algunos lugares, como Yéqueda, ha sido mucho peor. Gemma Rodríguez, una de las trabajadoras que hizo el primer turno de noche, ha recordado como lo más amargo de este año "tantos fallecimientos sin poder hacer nada, la impotencia, el ver pasar a tanta gente sin poder remediar que se fueran aunque pusieras todo de tu parte".

Las primeras semanas pasaron, cada vez se conocía mejor el virus y cómo vencerlo, y había más y mejor material, y esa impotencia fue dando paso, muy poco a poco, a mejores sensaciones y a las primeras altas, la primera de ellas el 3 de abril. Con el paso de las semanas, las recuperaciones fueron imponiéndose a los fallecimientos y, ya a comienzos de verano, el centro para casos positivos se reorientó en otro para mayores no contagiados que procedían de residencias con brotes.

Y tanto en una fase como en otra, Gemma Rodríguez observó de nuevo "la capacidad humana de apoyo al prójimo, que pensaba que ya no existía". "Fue increíble, la gente ayudaba cómo podía. Aunque fuera con un simple aplauso, eso te daba las ganas de seguir luchando", ha declarado antes de recordar a las personas que ayudaron "haciendo batas con bolsas de basura para que te protegieras y siguieras luchando".

Tres trabajadoras sociales que estuvieron en el centro durante la pandemia, Loli Rodríguez, Sheila y Begoña, han aludido a una de las caras más crueles del coronavirus: las despedidas en soledad. Con un miedo enorme a un virus del que se desconocía casi todo al principio y con una lamentable falta de medios, miles de personas en toda España murieron en primavera sin poderse despedir. En Yéqueda, aunque la despedida familiar también era inviable, "estuvieron acompañados por tabletas, personal sanitario y no sanitario". "Las familias sentían que sus mayores no estaban solos", ha afirmado Loli.

Tras un aplauso a los "héroes" de estos meses -los trabajadores de la residencia y todos los que les ayudaron-, el "fin de ciclo", el inicio del "florecer", ha concluido recordando a "los más afectados" por el coronavirus, esas 27 personas que murieron en Yéqueda.