Huesca

UNIVERSIDAD

La ciudad de Huesca no tiene secretos para los estudiantes Erasmus

La Universidad preparó un acto de bienvenida y una visita guiada por los lugares más emblemáticos de Huesca como recibimiento

Acto de bienvenida realizado por la Universidad a los estudiantes Erasmus del presente curso.
Acto de bienvenida realizado por la Universidad a los estudiantes Erasmus del presente curso.
Pablo Segura

Si aún no la conocían, la ciudad de Huesca les ha revelado su belleza particular. Porque aunque son pocos, no superarán la treintena a lo largo del curso debido al coronavirus, los estudiantes Erasmus han llegado a tierras oscenses para comenzar el curso académico. Seguro que con menos incógnitas que el año anterior y con las mismas oportunidades que tuvieron sus antecesores. Por si acaso, la vicerrectora del campus de Huesca, Marta Liesa, les recordó en el acto de bienvenida celebrado en la Iglesia de Santa María Inforis, próxima a la Facultad de Empresa y Gestión Pública, los servicios y actividades deportivas y culturales que les ofrece la provincia.

“Llegáis a una universidad solidaria, acogedora y a disposición de los estudiantes. Nos os va a dejar solos y os va a acompañar siempre”, resaltaba la vicerrectora, mientras ellos mostraban interés en el Programa Mentor, Programa Tutor, Cursos Cero y asesorías como primer paso a su adaptación. De momento, valoraron que aprovecharían la inmediata Semana Europea del Deporte para sacarse la Tarjeta Deporte que les permitirá acceder a las piscinas, pistas y excursiones invernales al Pirineo.

Para ello han hecho tantos kilómetros. Flora voló desde Budapest, Dominika desde Polonia y Guido llegó en un largo viaje en coche desde Genova. Se están formando en Dietética y Administración de Empresas y, a decir verdad, no conocían la capital oscense, pero sus rostros reflejaban el ánimo y atrevimiento con la que llegan la mayoría de los viajeros.

Enseguida les viró en asombro cuando vieron la bodega de La Confianza en la visita al centro histórico de la ciudad que les había diseñado la Universidad. Aquello fue como un viaje al pasado de la familia Sanvicente-Villacampa que les dejó boquiabiertos, aunque no sería lo único. Los altas techumbres de la Catedral impactan a cualquiera y más si decides subir la Torre del Campanario, algo que su guía les propuso y ellos aceptaron altivamente.

Hasta lo más alto

Un total de 180 escalones después, la respiración era más inconstante y sus ojos abiertos como platos. Atendían a las leyendas de los picos Gratal y Guara como si de una epopeya griega se tratase. También a la historia del patrón San Vicente Mártir y del escultor Vicente Forment en la visita al Museo Diocesano donde vislumbraron el antiguo Claustro y Palacio Episcopal.

Pero la joya de la corona fue para el salón del Tanto Monta, accesible por fin tras décadas de ceguera. Su artesonado imantó a los estudiantes que fijaron la mirada hacía arriba aún sin saber que accedían a parte de la historia de las familias altoaragonesas. Al bajarla, reconocieron los cantorales del siglo XV, escritos a tinta y pergamino por los clérigos oscenses de la época.

Sin tiempo para más, el Museo Provincial había cerrado sus puertas a la llegada de los estudiantes. El parque exterior le sirvió al guía para no privarles de la leyenda de la Campana.

Este es un buen punto de partida para conocer dónde llega uno cuando aterriza en la capital oscense, aunque mejor no tomarla al pie de la letra. Tres fueron los hermanos que escribieron la historia que ha llegado hasta nuestros días y tres los recién llegados dispuestos a trazar la propia.