Huesca

DESEMPLEO

El paro entre mayores, un fenómeno que se disparó en la crisis del 2008 y que se acentúa

El desempleo en esta franja de edad sigue creciendo y hay una sustitución de estos trabajadores por jóvenes más precarios

Trabajador a las puertas de la oficina del Inaem en Huesca.
Trabajador a las puertas de la oficina del Inaem en Huesca.
Rafael Gobantes 

Casi 3.200 altoaragoneses mayores de 50 años están en paro, un fenómeno que antes de la crisis de 2008 era mucho más reducido y que se está revelando como “un drama social” de primer orden con repercusiones en numerosos ámbitos.

El paro entre los mayores de 50 años antes de la crisis de 2008 era muy reducido, pero en esa recesión se intensificó la “sustitución” de trabajadores con décadas de experiencia por otros más jóvenes, con salarios más bajos y mayor precariedad. Lejos de atenuarse durante la recuperación del mercado laboral -a partir de 2013-, el desempleo entre los altoaragoneses de más de 50 ha subido desde entonces con más fuerza cuando la cifra total incrementaba o ha bajado menos cuando el dato total del paro daba un respiro.

Y ahora, con la pandemia de covid y la crisis económica que ha causado, se da la paradoja de que este octubre -último mes con datos- hay menos paro en general que antes del coronavirus, pero se ha incrementado entre las personas de más de 50 años, única franja de edad en la que hay más personas sin empleo que en febrero de 2020.

La profesora de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza, Inmaculada García, señala que este fenómeno puede suponer “un drama social” por las graves repercusiones que tiene. Recalca además una evidencia, que no es otra que “una persona de 55 años trabaja perfectamente y, muchas veces, tiene años de formación” y experiencia que se pierden cuando se queda sin empleo.

La primera consecuencia, y más directa, de este fenómeno al alza es la que sufre el que pierde un trabajo -muchas veces con un sueldo relativamente aceptable y protegido en comparación con lo que es habitual en la actualidad- y se encuentra de nuevo en la casilla de salida de un mercado laboral en el que difícilmente tiene hueco.

Y mirando a un futuro que cada vez tienen más próximo, más nubarrones, porque la pensión de jubilación que cobrarán estas personas en unos pocos años comienza a perder valor con cada mes en paro.

Por si no fuera poco, muchas veces el despido de una persona de más de 50 años supone “un drama familiar”, dice la profesora de Análisis Económico de la UZ. “En muchas ocasiones son los soportes de la familia y (su despido), socialmente, puede dar lugar a situaciones dramáticas, más cuando los puestos de los jóvenes no son ni estables ni están bien retribuidos”, agrega.

Y como a perro flaco todo son pulgas, otro problema más para los mayores que pierden su trabajo. Cuando un joven se queda en paro, acude -el que puede- a la familia, a la que algunos investigadores y expertos llaman el “cuarto pilar del Estado del Bienestar” en los países mediterráneos. Este “colchón familiar”, el que los padres echen una mano más a sus hijos, sirve para paliar los periodos más duros durante las crisis.

Pero “este apoyo no se da al revés porque los contratos de los jóvenes no son buenos”, indica García, y los hijos no pueden ayudar a sus padres cuando son estos últimos los que son despedidos.

El paro entre mayores se empezó a disparar en 2008

En las décadas previas a la crisis de 2008, el paro se ensañaba tradicionalmente con los más jóvenes y, más o menos, se iba respetando a los trabajadores con décadas de experiencia y en la recta final de su vida laboral, pero con la crisis del ladrillo comenzó “un fenómeno muy importante”: la sustitución de los trabajadores de más edad -y, por tanto, mejores salarios y condiciones, y mayor protección- por la de los jóvenes, que sufren más precariedad y tienen sueldos más bajos, relata la profesora de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza.

Este “efecto sustitución” produjo “un incremento de la productividad” en las empresas por el simple hecho de que los jóvenes “cobran menos” que los más mayores, pero el golpe social y personal es tremendo por las razones anteriormente apuntadas.

Esta hipótesis sobre el efecto sustitución se deja ver de forma más que clara en la serie histórica del paro desde entonces a hoy. El desempleo entre los trabajadores de más de 50 años de edad se disparó ya en la crisis del ladrillo y del crack de las cajas de ahorro. Entre diciembre de 2007 y octubre de 2013 -cuando las cifras de desempleo empezaron a bajar de forma sostenida-, el número de altoaragoneses de más de 50 años sin trabajo se triplicó, pasando de 1.239 a 3.968, un 220 por ciento más (2.729 parados más), según datos del Sepe (Servicio Público de Empleo Estatal).

Y corroborando las afirmaciones de la profesora de Análisis Económico sobre la sustitución de trabajadores experimentados y con buenas condiciones por otros precarios, el segmento de edad donde menos aumentó el paro fue entre los menores de 24 años. Esa menor subida del desempleo también merece sus comillas, porque el número de altoaragoneses jóvenes sin trabajo se duplicó en los años más duros de esa crisis (de 732 a 1.659; un 127 por ciento más).

Incluso con unos datos laborales para jóvenes propios de una debacle, el paro entre los menores de 25 años se incrementó menos que el promedio de la provincia entre 2007 y el peor mes de la recesión anterior (octubre de 2013). El paro general se disparó un 168 por ciento (de 5.957 a 15.986), 10.029 altoaragoneses más sin empleo.

Esa tendencia de reemplazar a trabajadores mayores por jóvenes se mantuvo en los años de recuperación posteriores.

Así, julio de 2019 fue el mes con el menor paro registrado en la provincia desde la anterior crisis e incluso así, las cifras estaban muy lejos a las de diciembre de 2007 (de 5.957 parados a 7.471 en doce años, salida de la crisis entre medias), sobre todo observándolas por edades.

Julio de 2019 se cerró con 8.515 parados menos que en el octubre de 2013, el momento con el mercado laboral en peor situación. La reducción porcentual fue del 53,3 por ciento y a ella contribuyeron los altoaragoneses de 25 a 49 años, con una bajada del 61,2 por ciento. Los jóvenes de menos de 25 años tuvieron una reducción similar a la media de la provincia (-51,4 por ciento), pero el descenso del paro se dejó notar mucho menos entre los mayores de 50, con una disminución de solo el 33,4 por ciento.

Otros datos vienen a avalar esta afirmación de reemplazar trabajadores mayores por jóvenes. En diciembre de 2007, antes de que se agudizara este efecto sustitución, el 20,8 por ciento de los parados registrados en la provincia tenía más de 50 años. En el peor momento de esa crisis para las cifras del paro (octubre de 2013), el porcentaje ya se había elevado al 24,8 por ciento y no dejó de crecer durante los siguientes años de recuperación, llegando al 35,4 por ciento en julio de 2019 (mes con menos desempleo registrado desde que comenzó la crisis de 2008).

El paro en pandemia solo crece entre mayores

Durante la pandemia, este fenómeno no ha cesado y el peso relativo de los mayores de 50 años sobre el paro total ha seguido incrementándose y ha pasado del 34,3 por ciento del mes anterior a la primera ola al 37,6 por ciento de este octubre.

Además, con un paro total que ha bajado un 1,5 por ciento entre febrero de 2020 y octubre de este año (134 desempleados menos hasta los 8.482 actuales), la evolución ha sido muy desigual por edades. Entre los altoaragoneses de 25 a 49 años el paro desciende un 6 por ciento (281 menos; un total de 4.398) y entre los jóvenes de menos de 25 años la bajada es del 9 por ciento (89 menos, hasta los 894). En cambio, el desempleo solo sube entre los mayores de 50, un 8 por ciento más, con 236 parados más hasta un total de 3.190.

Respecto a los datos de desempleo desde que comenzó la covid, García pide ser muy cautelosa porque todavía está por verse las consecuencias definitivas de los ertes, es decir, cuántos trabajadores se reincorporan finalmente y cuántos acaban en el paro.

Emigración y precariedad, los peajesde los jóvenes

Pese a ese efecto sustitución, no se puede decir que los jóvenes salgan beneficiados porque también pagan unos peajes muy altos. Es cierto que el paro en su edad evoluciona mejor que el dato general, pero a costa de dos realidades: la emigración y la precariedad e inestabilidad.

Como se ha ha venido informando reiteradamente desde hace años, la provincia sufre una histórica sangría de población de entre 20 y 39 años. En 2007 elAlto Aragón tenía 63.059 residentes de entre 20 y 39 años, el 28,7 por ciento de los 220.090 habitantes de por aquel entonces, según las cifras de población residente del INE (Instituto Nacional de Estadística).

El número de altoaragoneses de 20 a 39 años no ha dejado de reducirse desde entonces, mientras la provincia ha mantenido a grandes rasgos su población total intercalando años de subidas y bajadas. Comparando con los años citados (2013, el peor momento del mercado laboral; 2019, el menos paro tras la crisis de 2008; y 2020 y 2021, ya con pandemia), el número y porcentaje de personas de 20 a 39 años ha ido a la baja de manera ininterrumpida, llegando al mínimo actual del 21,4 por ciento (47.504 sobre los 221.479 habitantes de este año).

La causa de la reducción de la población en esta franja de edad es la laboral. La profesora de Análisis Económica pone palabras a lo que es un un hecho sabido por todos: “A un joven de Huesca no se le pasa por la cabeza quedarse; si pasa, bien”, pero no es algo con lo que cuente por la falta de salidas laborales en la provincia y que les llevan a irse a otros lugares de España o del extranjero.