Huesca

CRISIS DEL CORONAVIRUS

La pandemia pasa una dura factura a la salud mental de los adolescentes

Se multiplican por cinco los trastornos de conducta alimentaria, como la bulimia y se agrava el incremento  de los intentos de suicidio

La adolescencia es una de las edades con mayor efecto en salud mental. En la foto, un instituto oscense.
La adolescencia es una de las edades con mayor efecto en salud mental. En la foto, un instituto oscense.
Rafael Gobantes

Veinte meses de pandemia dejan mucha huella, ya sea por familiares muertos o secuelas de la enfermedad a largo plazo o, en lo económico, por despidos o empresas cerradas. La salud mental no es ajena y la incertidumbre, una de las sensaciones que más perjudica el bienestar mental, impregna el presente y el futuro. Y para sorpresa de psicólogos y psiquiatras, el grupo que peor lleva la crisis sanitaria es el de adolescentes y niños, entre quienes los problemas de salud se han multiplicado.

Tal es la afección de la covid a la salud mental en general que se considera como la “cuarta ola” de cada pico epidémico. Carmelo Pelegrín, jefe de Salud Mental del sector de Huesca y psiquiatra del Hospital Universitario San Jorge, toma el esquema del doctor estadounidense Victor Tseng y detalla que, según ese marco, la primera ola dentro de cada pico son los propios muertos por coronavirus; la segunda, el impacto en otras enfermedades graves al estar el sistema sanitario volcado en la covid (retrasos en diagnósticos de cáncer, por ejemplo); la tercera, la repercusión en crónicos, y la cuarta, la salud mental.

Y de una manera que ha cogido descolocados a los profesionales y expertos, el grupo más afectado en cuanto a salud mental está siendo el de niños y adolescentes, con unos datos “muy impactantes y no previsibles”.

Tal es así que la unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil -que ya antes de la covid tenía recursos “mínimos”- estuvo “absolutamente desbordada” hace dos semanas, con jóvenes hospitalizados en el San Jorge -habitualmente ingresan en Zaragoza, pero estaba totalmente lleno- y listas de espera incluso para otros 18 ingresos hospitalarios de menores por cuestiones de salud mental. La situación ya se ha reconducido y Pelegrín atribuye esa sobrecarga a un exceso “transversal” en la presión a la que está sometida la sanidad.

En lo que llevamos de pandemia, los trastornos de conducta alimentaria (bulimia, por ejemplo) se han multiplicado por 5 entre adolescentes y también se ha detectado un grave incremento de los intentos de suicidio -actos autolíticos- y autolesiones, un problema que ya crecía en los años anteriores a la covid. La suma de esto, y más problemas de salud mental, ha dejado “absolutamente desbordado” al sistema de Salud Mental Infanto-Juvenil de Aragón, relata Pelegrín, quien advierte de “modas” como la de Tik-Tok donde un joven incita a otros a producirse sobredosis de medicamentos peligrosos.

“Los gestos e intentos de suicidio han aumentado mucho”, informa Pelegrín, quien precisa hace un mes se pusieron en marcha acciones de prevención de suicidio en los colegios “y las unidades (de Salud Mental Infanto-Juvenil) de Huesca y Barbastro ya han atendido a cinco casos cada una”.

Javier Olivera, psiquiatra del Hospital San Jorge, apunta que el suicidio consumado no ha aumentado, pero sí lo ha hecho, “y mucho”, el intento, sobre todo con cortes e ingesta de medicamentos. “Ha habido muchas hospitalizaciones, incluso han saturado las camas de la unidad, y ha habido listas de espera con la angustia que supone” para los padres, relata.

Olivera coincide con Pelegrín al afirmar que los jóvenes son, junto con la tercera edad, los que más sufren en salud mental con la pandemia. Lo atribuye a que niños y adolescentes “necesitan una sociedad segura, ver algo bien armado, pero ven esto”, en alusión a estos ya casi dos años.

Para Pelegrín, la pandemia “ha supuesto un estado de estrés crónico, es decir, una situación de adaptación a dificultades, como incertidumbre, aislamiento, problemas económicos, miedo al contagio, pérdidas familiares, convivencia en sitios pequeños en las clases más desfavorecidos...”, pero donde “más repercusión” está teniendo todo esto está siendo entre los adolescentes, explica Pelegrín. Señala como ejemplo el estrés crónico, que se manifiesta con ansiedad y depresión por agotamiento. Y la proporción postpandemia de adultos con estos síntomas es de un tercio, mientras que entre adolescentes asciende a la mitad.

Como explicación a esta mayor prevalencia entre jóvenes, reflexiona que “primero tienen que existir unos adolescentes vulnerables y más en familias desfavorecidas”. Otro factor: el cambio en la forma de socializar, que a niños y adolescentes les ha cogido en unos años que “necesitan más que nadie el contacto social y no asistir al colegio les ha aislado”. “No han tolerado la soledad y les ha conducido al uso inadecuado de redes sociales”, afirma.

Otras razones son haber tenido afectados por el virus en la familia y los problemas económicos o personales entre los miembros. Y aquí se deja notar la diferencia de clase, ya que la mayoría de problemas se han dado en “adolescentes con menos recursos personales y familias más desfavorecidas”. En familias más estructuradas, el golpe ha venido más por trastornos de la conducta alimentaria.

Pero también hay “niñas perfeccionistas a las que el aislamiento les ha hecho poner en práctica, en muchos casos propiciado por el uso inadecuado de redes sociales, actividades ‘saludables’: dietas y ejercicio físico hasta obsesionarse y convertirse en una enfermedad”, indica Pelegrín en algo que quizá haya estado influido por el gran incremento de videollamadas y el haber visto mucho más su propio cuerpo “y hayan sido más conscientes de sus, entre comillas, defectos”.