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Adolfo Cajal Marzal: "En el contexto actual hubiera sido imposible hacer la reforma"

Médico altoaragonés, ha ocupado cargos de responsabilidad en la gestión sanitaria tanto en el Gobierno de Aragón como en el central

Adolfo Cajal Marzal.
Adolfo Cajal Marzal.
Pablo Segura

Vivió en primera línea el cambio de la sociedad española respecto al estado de bienestar y la sanidad pública, una época que Adolfo Cajal Marzal (Marcén, 1954) no oculta que fue dura, pero que vista con perspectiva ha sido la que más satisfacción le ha proporcionado en su extensa carrera profesional. Ejercer de médico de Atención Primaria ha sido su vocación y la gestión como director en la provincia de Huesca del Insalud, en el Gobierno central, y como secretario general del Departamento de Salud del Ejecutivo aragonés le ha permitido abordar transformaciones que han marcado la sanidad altoaragonesa.

Sus padres, Eleuterio e Isabel, se instalaron en Marcén, donde abrieron la primera carnicería del pueblo, toda una novedad-, pero decidieron trasladarse a Huesca buscando un mejor futuro para sus hijos, Adolfo y Eduardo. En la capital se dedicaron a la hostelería, en el bar Gerosa. Para Adolfo, que guarda vivencias muy intensas de sus años en el pueblo, el traslado a Huesca con 7 años y su ingreso en Salesianos supuso constreñir su anterior libertad. Pero el cambio en COU al Instituto Ramón y Cajal le abrió nuevos horizontes y el viaje de estudios a París en 1972 fue su despertar ideológico. “Descubrí autores que estaban prohibidos en España, películas que no se podían ver, compré libros como la carta de Arrabal a Franco y aluciné con el recital de Atahualpa Yupanqui”, rememora. Ya en la facultad de Medicina en Zaragoza entró en contacto con partidos políticos de izquierdas y forjó su ideología.

Su vida laboral comenzó en 1977, cuando al finalizar 5.º de Medicina -se obtenía entonces el título de ATS- comenzó a trabajar en el Hospital San Jorge mientras estudiaba 6.º, lo que le conectó con la realidad de su profesión. Como médico de Atención Primaria se inició en Grañén, siguió Fraga y, tras aprobar las oposiciones, Adahuesca. En su labor diaria constataba “que la Atención Primaria estaba muy mal”, y cuando se publicó en 1984 el decreto que definía lo que iban a ser los futuros centros de salud vio que “era la reforma necesaria” y se implicó políticamente. Recibió ese mismo año el ofrecimiento del PSOE de gestionar la salud pública en Huesca y lo aceptó. Su primera acción fue “repartir jeringas desechables a enfermeros y médicos de la provincia”, cita como ejemplo de cuál era la situación. “Todo lo demás fue montar los centros de salud”, que empezó por Grañén, el primero de Aragón.

“Tuvimos un rechazo muy fuerte a los primeros centros de salud”

No fue un camino fácil. “Cuando presentábamos la idea de los primeros tuvimos un rechazo muy fuerte de muchos alcaldes de la periferia del centro de salud que se planteaba y de muchos médicos que tenían consulta privada” -existían las igualas-. Ejemplos son el centro de Castejón de Sos, tan cuestionado en Benasque que se llegaron a encerrar en su despacho el alcalde con un grupo de empresarios, y que incluso alcaldes anunciaron que boicotearían las elecciones generales. “Fue durísimo”, señala y reflexiona: “En este contexto actual hubiera sido imposible hacer la reforma. Un volumen tan intenso de cambios no se puede abordar con esa gran contestación. El apoyo político del PSOE, con las mayorías absolutas de Felipe González, y creer que esta sociedad debía cambiar produjo la gran transformación. En una situación de inestabilidad política no hubiera sido posible”.

La reforma supuso “un esfuerzo importante en inversión, aumento de plantilla, organización y gestión”, y Adolfo Cajal tuvo “la suerte” de poder completarla antes del 96, cuando fue cesado al llegar el PP. “Fue una reforma intensa y necesaria, porque la Atención Primaria no existía, es de lo que más satisfecho me siento, sin lugar a dudas”, dice sin olvidar a su equipo “entusiasta” de colaboradores. Ese camino, primero como director de centros de salud (1984-1987) y luego como director del Insalud (1987-1996), incluye otras acciones de gran importancia como la reforma del Hospital San Jorge.

De 1996 a 2002 ejerció como médico en la zona de salud de Almudévar, hasta que se le brindó otra transformadora propuesta. Le llamó el entonces consejero de Sanidad, Alberto Larraz, para ofrecerle la Secretaría General y acompañarle en el cambio que iba a suponer las transferencias del Insalud y poner en marcha el Servicio Aragonés de Salud. Supuso otra vivencia “importante y gratificante colaborar en el principio de la integración. Teníamos 19.000 trabajadores y un presupuesto de 960 millones de euros. Fue apasionante hacer un diseño centrado en nuestras necesidades”, resume.

Esa etapa se prolongó hasta 2007, cuando “cerré definitivamente el capítulo de la gestión”. Tuvo alguna propuesta más de Javier Lambán, pero, afirma, “quería jubilarme de médico de Atención Primaria, y así ha sido”, aunque unió una nueva experiencia como concejal de Huesca en el equipo de Luis Felipe. “Fueron 4 años en la oposición que supusieron un aprendizaje muy bueno e interesante”, y que unieron a su paso por la administración central y autonómica, la local.

“Ha sido un final como el de una ópera brutal”

En 2014 pasó al centro de salud del Santo Grial de Huesca, donde ha sido coordinador hasta su jubilación hace unos meses, labor que ha incluido la apertura del centro de Los Olivos, de lo que se siente “muy orgulloso”.

Lo que no hubiera sospechado jamás es que antes de irse tuviera que lidiar con una pandemia, que ha supuesto “un trabajo brutal”, del que principalmente quiere destacar a los compañeros “que lo han dado todo y el colectivo de Enfermería incluso más”, y la solidaridad. Ha sido un final profesional “tremendo, como el de una ópera brutal”, pero “me siento muy orgulloso de mi trabajo y mi profesión”. Y transmite el optimismo de pensar que “podremos volver a la vida anterior pero con el mismo cuidado que con otras enfermedades. No podemos prescindir de nuestra forma de vida y hay que atender a los riesgos del vivir. Parece que nos olvidamos que somos finitos”, apunta.

Ahora no descarta recopilar en un libro sus conocimientos sobre la relación de gastronomía y nutrición y sobre comida saludable, su gran afición que conecta su infancia, cuando ayudaba en el bar de sus padres, y su profesión.