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Yeimy Cruz: "Creo que la tristeza es contagiosa y es necesario detenerla"

La actriz y directora cubana afincada en Huesca es parte fundamental de la compañía teatral Habana Teatro desde su creación  

Yeimy Cruz.
Yeimy Cruz.
David Andrés

¿Cuál es el emoticono que define su personalidad?

-La carita sonriente.

Genio y figura. ¿Se identifica?

-Pues sí, sigo fiel a mis principios y soy consecuente con mis actos.

¿Algo imprescindible para ser actriz?

-El actor debe creer siempre en lo que hace, si no es así, nunca convencerá al público.

¿Cuándo tuvo claro que su vida giraría en torno al teatro?

-Creo que desde siempre. Mi madre era actriz y aunque siempre creí tener muy claro que no quería seguir sus pasos, en el fondo sabía que mi destino estaba marcado, porque era lo que me apasionaba.

¿Cómo se siente más cómoda, sobre el escenario o impartiendo talleres a niños?

-Me siento más libre sobre el escenario, soy más yo, pero he aprendido mucho de los niños y me siento muy cómoda cuando estoy con ellos.

¿El negocio es la negación del ocio o usted se divierte currando?

-Es cierto que el teatro es un “negocio” difícil, sobre todo en estos tiempos, pero me apasiona mi trabajo, me gusta lo que hago y aunque a veces hay más piedras que camino prefiero seguir divirtiéndome y jugar a lo imposible. Es parte de la magia de dejar de ser tú misma para convertirte en un personaje.

¿En qué esta ahora esa magia centrada?

-Ahora mismo estoy centrada en los dos próximos estrenos que tengo. Dos obras completamente diferentes pero en las que he puesto toda mi ilusión. Galerna, que es una obra para adultos, que hacemos Habana y Nut Producciones y cuenta la historia de dos actrices que intentan hacer el ensayo de una obra en la que dos mujeres están recluidas en un psiquiátrico porque sufren delirio y miedo. Será la primera vez que me presente ante el público oscense con una obra que no es para niños y para mí es muy desafiante. La otra es Meñique, un cuento que escucho desde niña y que va a ver la luz, gracias a Miguel Jiménez y la orquesta Atenea de Huesca, es especial por muchas cosas, pero sobre todo por él, porque aunque ya no está físicamente sé que sigue dirigiendo la orquesta con su genialidad y la sensibilidad con que lo conocí, es una historia de un niño valiente que supera muchos obstáculos, más o menos como él (Miguel) y creo que será un gran homenaje a su figura, una obra dulce con muchos valores con la que los niños podrán disfrutar.

¿Cuál es la excitación que más le irrita?

-El pesimismo. Precisamente, con Habana Teatro siempre intentamos combatirlo.

Y, ¿qué temas suelen abordar?

-Valores como la amistad, el amor, la confianza, están siempre presentes y nuestras armas son la alegría, la música y el buen humor. Intentamos en cada obra y en cada canción despertar los sentidos del espectador, que los haga pensar, que no sea un mero observador, que se involucre y sea parte.

La sonrisa es el lenguaje universal de las personas inteligentes. ¿Sonreímos poco?

-Podríamos sonreír mucho más, porque creo que la tristeza es contagiosa y es necesario detenerla, porque te nubla la vista y no podrás ver el sol. Quien sonríe es capaz de ver el sol hasta en la oscuridad.

¿Por qué vestimos tan gris los hombres occidentales?

-Creo que tenemos una tendencia a la comodidad, a pasar desapercibidos y camuflarnos con el paisaje.

¿La inmigración es una bendición o una necesidad?

-Creo que ambas; el que emigra lo hace generalmente por necesidad y en el otro punto es una bendición que llegue alguien nuevo con nuevas costumbres, ideas, colores, culturas que siempre van a enriquecer lo que tenemos porque en la diversidad está el color de la vida.

¿Cómo lo vivió usted?

-Yo, afortunadamente no lo tuve difícil, al hablar el mismo idioma, tener el mismo color de piel que la mayoría, y muchos amigos, me fue fácil adaptarme. Huesca me acogió desde el primer momento, su gente me arropó y nunca me he sentido fuera de lugar. Aquí he hecho mi vida, me he casado, he tenido a mis hijos y cuando uno echa raíces, es difícil no sentirse parte de algo. Siempre me hablaron de lo “cerrada” que era la gente de por aquí y yo sólo tuve puertas abiertas y una lista muy larga de personas a las que agradecer que no cabría en estas líneas.

¿La hipocresía cotiza al alza o a la baja?

-Cada vez está más en alza, la doble moral está a la orden del día.

Egoísta, inteligente, preparado y crítico. ¿Es usted una millennial?

-(Risas) Estoy fuera de esa generación, soy anterior a ella, soy de los 70, éramos muy libres y sin prejuicios.

En esto del deporte, ¿practica o admira?

-Yo admiro, admiro mucho al que lo practica, pero nunca ha sido para mí una opción, prefiero bailar.

¿Qué es lo que le gusta exprimir hasta la saciedad?

-La alegría y la humildad, creo que es el mejor antídoto contra la mediocridad.