Huesca

día de las fuerzas armadas

La niña que llegó con un cuartel bajo el brazo para crecer en Huesca

La soldado Ángela Lloret y su marido, el brigada Joseba Díaz Roso, se han asentado en Albero Bajo

Ángela Lloret ha sido madre en el Alto Aragón, donde se ha instalado.
Ángela Lloret ha sido madre en el Alto Aragón, donde se ha instalado.
Pablo Segura

Ya lo tenían decidido: Huesca era el lugar ideal para vivir, a medio cambio entre Alicante, de donde es originaria la soldado Ángela Lloret, y de Bilbao, de donde procede su marido Joseba Díaz Roso, brigada del Ejército. El anuncio del cierre del cuartel Sancho Ramírez en el año 2016 empañó sus planes después de asentarse en Huesca. Fue en 2017, el año natural en el que estuvieron cerradas las instalaciones cuando nació su hija y cuando anunciaron la reapertura, que se materializó el 2 de enero de 2018. Se puede decir que la niña llegó con un cuartel debajo del brazo.

Ya es oscense y la prueba está en que su hija no usa sacapuntas sino tajador. Así que no hay vuelta atrás, pero además es lo que quieren. “Me siento muy querida en el pueblo, en Albero Bajo, y en Huesca. La gente es muy abierta, pensaba que era más cerrada por ser el norte, pero no. Solo tenemos comentarios positivos porque está muy bien la vida y el comercio en Huesca”, comenta Lloret.

Esta soldado forma parte ahora del Batallón de Cuartel General de División “Castillejos”, “una unidad muy buena. Aunque tenemos bastantes maniobras al año, para el día a día es muy buena”, comenta. Este es su último destino y en el que piensa continuar durante años, aunque como todo militar, ha pasado por distintas ocupaciones y unidades.

Ángela se incorporó al Ejército en 2009 y su primer destino fue Pamplona, en la unidad de Montaña, y su última ocupación antes de volver a Huesca fue Zaragoza. Fue trabajando cuando conoció a su marido, que llevaba mucho tiempo viviendo en Jaca, ya que pertenecía a la unidad de Montaña. “Nos gustó mucho esta zona y queríamos encontrar un punto medio entre nuestros lugares de origen y de trabajo. Huesca es una ciudad tranquila, con todas las comodidades y, desde el minuto uno, nos compramos una casita en Huesca, en Albero Bajo”, comenta. Entonces, él seguía en Jaca y ella fue a Zaragoza, para acabar finalmente los dos en la UME, en la capital aragonesa.

Tras el cierre del Sancho Ramírez, el 31 de diciembre de 2016, ya habían perdido la esperanza de poder trabajar más cerca de su casa, que habían comprado en 2014. Pero el anuncio de la reapertura les supuso una gran alegría. “Que abrieran este cuartel fue una suerte porque ya dábamos por perdido que pudiéramos volver. En 2016, sabíamos que iba a cerrar. Después, me quedé embarazada, tuvimos a nuestra hija en 2017, anunciaron la apertura y en 2018 se puso en marcha el cuartel”, relata.

Ángela llegó a Huesca con la Unidad de Servicios del Acuartelamiento, la primera que se empezó el 2 de enero de ese año para reacondicionar las instalaciones. “Estuvimos con muchas obras, pintando, ayudando a los obreros que venían... y en 2020 tuve la suerte de pedir una vacante en el batallón del cuartel general. Mi marido estuvo unos meses y al ascender se tuvo que ir a Jaca, pero tenemos la suerte de estar aquí”, comenta.