Huesca

REPORTAJE

El día a día de las “guardianas” de los iglús para el control de las colonias de gatos

Las voluntarias de las protectoras se encargan de que a los animales no les falte de nada en estos habitáculos que acondiciona una empresa oscense

De izquierda a derecha, Beatriz Sánchez, Sandra y Fernando Llorens y Gemma Calvo.
De izquierda a derecha, Beatriz Sánchez, Sandra y Fernando Llorens y Gemma Calvo.
Pablo Segura

LLEVAN CASI TRES meses formando parte del paisaje urbano de Huesca y son mucho más que otro contenedor. De hecho, son los únicos que guardan “vida” dentro y con los que se interactúa por amor a los animales.

Los iglús para el control de las colonias felinas, seis en total, presentes en diferentes puntos de la capital altoaragonesa y reconocibles por su color gris oscuro, permiten a las voluntarias de las protectoras de animales alimentar a los gatos con seguridad y limpieza, además de controlar las colonias, unas cuarenta, presentes en la ciudad.

Se trata así de que los animales no estén dispersos por toda el casco urbano y que solo reciban comida en unas zonas concretas, evitándose problemas de limpieza y salubridad y la aparición de otros animales, como las ratas. La presencia de estos iglús facilita además la captura de los felinos para su esterilización y posterior suelta, con el fin de controlar la población.

El primero que se colocó fue el que se encuentra en el parque de Las Miguelas y de mantenerlos con comida en su interior y de preocuparse por el buen estado de sus peludos usuarios se encargan las voluntarias de las protectoras de animales. Gemma Calvo y Beatriz Sánchez pertenecen a Adopciones Patitas y forman parte de este “equipo iglú”, junto a otros colectivos como Somos su voz.

“Fue un proyecto que vimos en Gerona y pensamos que iba a ir muy bien para ponerlo en Huesca, para que los gatos tuvieran allí su comida, su bebida y sus camitas. El Ayuntamiento dijo que sí y así por lo menos los gatos no están por la calle, comiendo, ni debajo de los coches, tienen su sitio para estar y no son tampoco atropellados”, comenta Gemma. Como explica, el pienso “es lo básico de su alimentación y luego de vez en cuando les damos latas con alimento húmedo porque muchos están enfermos y la comida blandita les va muy bien”.

“Al llegar aquí abrimos con nuestra llave”, relata su compañera, Beatriz. “Dentro están los cuencos, hay que rellenarlos, mirar si queda o no queda comida, cerrar otra vez y ya está. Y ya pueden venir los gatos, como se pueden meter por los agujeros”, continúa esta voluntaria, mostrando la puerta de acceso cerrada con candado con la que cuentan estos iglús para realizar esta labor, para la que es necesaria un carnet y un cursillo realizado desde el Ayuntamiento.

En ocasiones, se han encontrado también alguna sorpresa desagradable. “En este en concreto no (en referencia al del parque de Las Miguelas), pero ha habido otros en los que habían metido botellas y en uno también metieron una cisterna de baño delante”, relata. Es peor, señala, cuando detectan casos de maltrato animal, que todavía, tristemente, se siguen dando. “No hace mucho, a una gatica que estaba embarazada, la metieron en una bolsa y estaban jugando al balón con ella, la cogimos, nos la llevamos al refugio y la pobre ya no pudo dar a luz, murió”, relata Beatriz.

Salir de debajo de las ruedas

La valoración que realizan desde esta protectora, por otra parte, resulta así positiva, como señala su portavoz, Asunción Castilla. “Están resultando bastante bien porque ya no tenemos el problema de tener que dejar platitos debajo de las ruedas de los coches, que es un peligro también para los gatos, la insalubridad que se proporciona ala vía...”, comenta Asunción.

Como señala, esta iniciativa ha sido así, “una gran idea” ya que, hasta ahora, no contaban con sitios adecuados para dar de comer a estos animales. “Ya tienen un sitio fijo, no se ve nada, no les da la luz directa del sol, tampoco se mojarán con la lluvia, la comida no se pudrirá, no habrá gusanos... La salubridad tanto para la ciudad como para los gatos es totalmente estupenda, por así decirlo”, afirma Asunción.

“Me parece que el primero lo hicimos sobre febrero”, recuerda, por otra parte Sandra Llorens, restauradora y encargada de la empresa que los acondiciona. “Nos trajeron lo que era un contenedor de vidrio para reciclarlo y convertirlo en un iglú para refugio de los gatos. Le abrimos unas gateras y una puerta de acceso para las voluntarias. Después lo hemos pintado en un color gris, elegido desde el Ayuntamiento y le pusimos unas pegatinas para que la gente cuando los vea sepa que se trata de refugios para gatos”, explica.

Lijar, limpiar y pintar

Acondicionar uno de estos iglús puede tomarles entre 15 y 20 días. “Hacemos las gateras, tenemos que lijar, limpiar la superficie, para luego darle una pintura especial para exterior. Lleva un tiempo de secado y aparte, el tiempo de abrir las gateras, de dejarlas bien lijadas para que los gatos no se hagan daño al entrar y salir”, afirma Sandra.

A Sandra le ayuda de su padre, Fernando Llorens. Como asegura, este trabajo juntos, “es una satisfacción, la verdad, haber hecho algo propio y que de alguna manera, quedará para siempre. Aunque haya que reponerlos o haya que repararlos, el iglú se queda ya. Definitivamente, es una idea genial”, valora Fernando Llorens.

“Casi todos provienen en sus orígenes de gatos abandonados”

Los iglús forman parte del Proyecto CER (Captura, esterilización y retorno) que desarrolla el área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Huesca para controlar la sobrepoblación de gatos en la ciudad. “Casi todos estos gatos provienen en sus orígenes de gatos abandonados de las casas”, explica Guadalupe Berrotarán, veterinaria de este programa. Aquellos que son “más ferales, más salvajes”, se devuelven otra vez a su entorno, pero a los que son “más domésticos, la idea es siempre buscarles otra casa para que vivan”, añade.

“Según la ordenanza de convivencia, está prohibido dar de comer a los animales en la calle”, recuerda, por otra parte, Marta Liesa, técnico de Medio Ambiente, recordando que el carnet con el que cuenta las voluntarias les habilita para que solo ellas puedan realizar esta labor, para la que además se han formado.

“Hemos querido dar un apoyo, un refuerzo a este trabajo tan inestimable de las voluntarias”, señala a su vez el concejal de este área, Roberto Cacho. Se trata así, añade, de que con los iglús las voluntarias tengan un punto “que sea digno, donde puedan dar de comer a los animales y de que los animales estén tranquilos, protegidos”, además de para evitar que haya comida en la vía pública. Todo ello, para poder llevar también, en definitiva, “el control de las poblaciones”.