Huesca

40 ANIVERSARIO DEL ESTATUTO DE AUTONOMÍA DE ARAGÓN

José Luis Merino: "Uno de los problemas que tuve en Madrid era mantener los nombres (Justicia, Cortes, DGA...), pusieron pegas a todo"

Aceptó entrar en política porque Juan Antonio Bolea Foradada le dijo: "Si vienes al partido harás el Estatuto de Autonomía de Aragón"

José Luis Merino
José Luis Merino
D. A.

Tal día como hoy, pero hace cuarenta años, en 1982, don Juan Carlos I, como rey de España, sancionó con su firma la Ley Orgánica del Estatuto de Autonomía de Aragón, que se publicó en el Boletín Oficial del Estado el 16 de agosto de ese año y entró en vigor veinte días más tarde. Era el inicio de una nueva era para esta comunidad que gracias a la insistencia de unos cuantos políticos se recuperaban figuras y nombres que de otra manera habríamos perdido como fue el caso en otras autonomías.

Para recordar esta parte tan importante de nuestra historia, el doctor en Derecho por la Universidad de Zaragoza, notario jubilado y artífice de nuestro Estatuto de Autonomía, José Luis Merino, (Zaragoza, 1943), ha echado la vista atrás para rememorar esas intensas reuniones que apenas se entendían en Madrid.

¿Recuerda de manera especial ese 10 de agosto de 1982?

—La verdad es que no recuerdo ni la firma, ni la entrada en vigor del Estatuto de Autonomía de Aragón porque para mí no fue el momento más importante. Hubo otros más emocionantes. El proceso de elaboración fue muy largo, desde mitad del año 80 y con problemas intermedios muy importantes. El primero de todos fue cuando se rompe el gobierno preautonómico de UCD y PSOE, en 1979, hizo retrasar más de un año el texto porque ese gobierno iba a poder poner en marcha ese estatuto. En verdad, la ruptura hizo peligrar el propio estatuto. Eso sí fue un momento inquietante, pero se resolvió porque todos los partidos, UCD, PCE, PAR y AP, fuimos capaces de ponernos de acuerdo, y eso que había desacuerdos profundos.

¿El mayor desacuerdo cuál era entonces?

—La distribución interprovincial, unos querían que el número de diputados dependiera del número de habitantes y otros la igualdad en la representación de las tres provincias. Fue un acuerdo difícil para lograr una proporcionalidad relativa de manera que no fueran todas iguales pero que no existiese una desigualdad absoluta que dejase a Teruel en el rincón. Fue un momento peligroso pero se consiguió aprobar en la Mesa de Partidos y eso se llevó a la Asamblea de Parlamentarios y Diputados provinciales que se celebró en San Juan de la Peña, en junio de 1981. Eso sí fue un momento emocionante. Allí estábamos 101 personas votando a favor por unanimidad.

Entonces, una vez aclarado el peso de cada provincia ¿ya estaba todo acordado?

—Aún quedaban emociones. La parte más emocionante, más dura y difícil, fue la noche de la Asamblea Mixta (6 de julio de 1981) que se celebró en la Diputación Provincial de Zaragoza para votar definitivamente el proyecto del Estatuto de Autonomía, que ya era un texto articulado. Pero esa noche estuvimos a punto de perder la votación, porque no salían las cuentas, se oponían todos los grupos de la oposición, porque era un proyecto del gobierno de UCD, y al sumar no salía, pero salió. Para eso la votación tuvo que ser secreta. Se paralizó el debate, se interrumpió durante un par de horas, y hacía las 2 de la madrugada, yo mismo pedí una votación secreta después de hablar con muchísima gente. Nadie quería mojarse y se empezó a hablar de votación secreta, una cosa que no tenía por qué serlo, pero se hizo. Así se votó como aragoneses y no como partido, salió justito, pero salió con 51 votos de los 101 que éramos. Nadie se opuso a que fuese secreta. Eso culminó el Estatuto, lo demás fue en el Congreso de los Diputados, en el Senado, que ya era un mero trámite.

¿Y cómo fue que se metió en este embrollo de elaborar un Estatuto de Autonomía para Aragón?

—En 1979, Bolea Foradada me convenció para entrar en política. Un día me invitó a merendar, a su casa en la Romareda, huevos fritos con patatas, que era lo que le gustaba a él. Allí solo estábamos él, su mujer y yo. Me propueso muchas cosas y yo le decía que no a todo hasta que me dijo: “si te vienes al partido harás el Estatuto de Autonomía de Aragón”; y eso, para cualquier persona es interesante, pero más para un jurista, es muy importante, y así me decidí y cumplió. Se hizo una pequeña comisión en la que estábamos tres, al final nos quedamos uno o dos y se elaboró el proyecto. Eso es lo que me convenció a mí porque yo no quería entrar en política ni en elecciones pero Bolea me convenció de que era mejor para elaborar el Estatuto que me conocieran los demás partidos políticos a través de un puesto público y acepté la vicepresidencia de la Diputación Provincial de Zaragoza.

Cuando le hizo la propuesta ¿ya sabía por dónde empezar?

—Lo tenía clarísimo y, además, lo empezamos por ahí: Por el Justicia de Aragón. Fíjate uno de los problemas que tuve yo, sobre todo con la gente de mi partido en Madrid que era mantener los nombres, primero mantener la figura el Justicia que no existía en ningún sitio porque estaba el Defensor del Pueblo pero no es lo mismo, las atribuciones no son las mismas, y luego mantener los nombres que me costó un disgusto tremendo y muchas discusiones con ministros. Me decían que Diputación General de Aragón, DGA, parecía que hablábamos de las provinciales, que las Cortes se confundía con las Cortes generales, hablar del Justicia era confundirlo con la justicia y es que me pusieron pegas a todo y, al final, salió todo. Insistí pero es que en Madrid no se entendía que era parte de nuestra historia, la prueba es que en otras comunidades autónomas han renunciado a poner nombres propios. Por cierto, ahora me pongo malo cuando oigo hablar del Gobierno de Aragón, que es el nombre genérico que se ha dado a todas las comunidades cuando empezamos diciendo que el nombre histórico era la Diputación General de Aragón, que viene de la Diputación General del Reino. A pesar de haberlo conseguido ahora te lo rebajan los propios actores. Los catalanes o los valencianos lo han mantenido.

¿Con qué más tuvo que lidiar?

—Hubo un tema muy importante sobre el Derecho Aragonés, que vimos que se recuperaba bien. En el momento que se podían restituir las Cortes, sabíamos que se podría hacer un Derecho Aragonés actualizado, pero había un peligro que tenía que ver con los aragoneses emigrantes. Cuando estamos redactando el borrador del Estatuto, me doy cuenta de que el catalán, ya aprobado, decía que el Derecho Catalán tenía efectos territoriales y se aplica a todos los residentes en su territorio. Significaba que los aragoneses que se marchaban a vivir a Cataluña, no pocos, que seguían teniendo la vecindad aragonesa, no podían aplicar las normas aragonesas, por ejemplo, el testamento mancomunado, que no tienen los catalanes, o los pactos sucesorios que ahí son muy flojitos, o la fiducia que es una institución típicamente aragonesa. Entonces, ¿cómo luchar contra eso?, pues haciendo un artículo que dice todo lo contrario, que las normas del Derecho Aragonés son de carácter personal.

Entró en política pero su pasión era el Derecho, ¿ya tenía una dilatada experiencia cuando se puso a crear el Estatuto?

—Aprobé las oposiciones en el año 89, con 26 años, y ahí empecé. Mi primer destino fue Albalate de Cinca, pero iba a Belver, Fraga, Esplús... toda la zona.

¿Ha tenido más relación con nuestra provincia?

—Laboral ya no, de ocio sí porque iba esquiar a Formigal, he estado más de 60 años esquiando, ahora ya no.

¿Cómo se ha mantenido el Derecho Aragonés hasta hoy?

—Cuando Felipe V suprime todos los sistemas que hoy llamamos autonómicos y desaparecen los conceptos de reinos independientes y derechos propios y se crea un reino único, pasan los años y sigue habiendo una serie de peticiones de Aragón, Navarra y Cataluña, principalmente, queriendo que se reconozca su derecho porque Felipe V derogó las cortes pero no los Fueros Aragoneses, creados desde el siglo XIII, esos subsistían. Entonces la gente, con muchas dificultades intentaban aplicar el derecho regulado en los Fueros, que era difícil de conocer. Pero en el año 1925, por fin se ponen de acuerdo las comunidades y el Gobierno central para que elaboren una especie de resumen de su propio derecho y que se incorporaría en el código general para toda España. Solo lo hizo Aragón. Entonces Aragón empieza a aplicar una ley cortita que dura hasta 1967, luego ya las regiones aprueban las Compilaciones, pero no había parlamentos autonómicos, se hace en Madrid, y así se fue funcionando y mantenido las normas aragonesas.

Volviendo a Estatuto, en 1983 publicó Comentarios al Estatuto de Autonomía de Aragón, ¿que anotó ahí?

—Lo más importante de ese libro es que incluye todo el proceso legislativo del Estatuto, que afortunadamente pude seguir, lo más importante no son los comentario que pude hacer porque eso es muy personal sino las notas a pie de página. Porque el Estatuto pasa por muchas etapas hasta que llega a Madrid, al Congreso y al Senado y allí hubo cosas importantes.

¿Qué pasó entonces en el Senado?

—Se estuvo a punto de perder una institución importante que conoce poca gente, es una especie de semimayoría de edad que es en Aragón a los 14 años, es una singularidad, y la Constitución empezó diciendo que la mayoría de edad se alcanza a los 18 años y nadie dijo nada hasta que un senador, en el último momento, presentó una enmienda in voce y era para que se dieran cuenta de que en Aragón había unas normas sobre la mayoría de edad y que había que respetarlas. Entonces se introduce una disposición transitoria en la Constitución gracias a este hombre, un notario de Madrid, Ballarín Marcial, originario de Sariñena, y que también era agricultor, él se acordó.

Es que no debe ser fácil poner todas las normas interterritoriales de acuerdo y que no se pisen, ¿no?

—(Risas) No lo es, no, te lo aseguro. Legislar nunca es fácil. Mira ahora con la subida y bajada de termostatos. Nunca se está de acuerdo y es difícil de coordinarlo todo. Para eso están luego los jueces, para interpretar.

¿Y todo salió perfecto?

—Pues hubo una cosa curiosa que hubo que rectificar. Cuando decidimos que no había que guardar una igualdad interterritorial, sino una proporcionalidad, se sacó una fórmula matemática que dio como resultado que el número de diputados debían de ser 66 repartidos proporcionalmente en las tres provincias, no recuerdo de dónde salió esa fórmula. Al celebrar las primeras elecciones, el resultado fue: 33 diputados del PSOE, justo la mitad, 30 fueron de AP, dos del PCE y uno, yo, por el CDS. ¿Te imaginas lo que son unas votaciones de empate siempre? El gobierno plantea una cosa y si la oposición dice que no, no sale. En ese momento tuvieron mucha importancia los votos de CDS y PCE. Así pasamos cuatro años muy divertidos. Sirvió para negociar mucho. Por su puesto, eso se corrigió y en las siguientes elecciones ya fueron 67 diputados. Fue un error de las primeras elecciones.

"Es más importante identidad que nacionalidad"

Aunque dejase la política, ¿ha seguido de cerca la evolución del Estatuto aragonés?

—Sí, claro. Hay una de las reformas que no me gusta nada.

¿Cuál?

—Cuando se estaba discutiendo el Estatuto ya estaba en boga entonces el asunto de la nacionalidad pero enseguida nos dimos cuenta de que no tenía ninguna relevancia entonces yo inventé una fórmula que decía algo así como que se mantenía en el Estatuto, Aragón como expresión de unidad e identidad histórica, ahora lo sustituyen eso por nacionalidad y, claro, se les llena la boca pensando en cuando Aragón era el Reino de Aragón y, bueno, ¿cuando antes no era reino? eso no importa. Yo creo que es más importante la expresión identidad que nacionalidad que luego nadie sabe lo que es porque para unos es el separatismo, para otros la identidad histórica... Al resto ya no le he prestado demasiada atención porque lo esencial se ha mantenido, se han ampliado competencias... en general, está bien.

Se ha ido adaptando a los tiempos...

—Evidentemente, es necesario.

¿Cómo resume estos 40 años de Estatuto?

—Se resume en los comienzos, porque después han pasado los años, se ha legislado, se han hecho leyes, unas mejores, otras peores... A partir del momento que ya se inicia el proceso de la autonomía es la normalidad de cualquier territorio.

¿Cómo le parece que está ahora Aragón?

—Bien, nunca están mal las cosas porque siempre están iguales, empieza una época que dicen que es buena y, de repente, cambia. Ahora tenemos unos problemas fundamentalemente económicos, pero no es nuevo, ya ha habido antes y pasarán.

¿Reformaría algo en la política actual aragonesa?

—Nadie debería estar en un puesto electo más de cuatro años. Si de mi dependiera, ese sería el máximo para cualquiera.

`Perfil

Nació en Zaragoza, en 1943. Es doctor en Derecho por la Universidad de Zaragoza, vocal Permanente de la Comisión General de Codificación del Ministerio de Justicia, desde 1981, académico Honorario de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Expresidente de la Academia Aragonesa de Jurisprudencia y Legislación. También ha sido profesor en la Cátedra de Derecho Civil y ha ejercido como presidente de la Comisión Aragonesa de Derecho Civil, de la Diputación General de Aragón. Reúne una extensa trayectoria política y es autor de numerosas obras de Derecho.