Huesca

SAN LORENZO 2022

Joselito Adame triunfa con un gran toro en el bazar de Bañuelos

Feliz debú del torero mexicano en Huesca con una faena premiada con dos orejas en la tarde del regreso de la feria laurtina a su vieja normalidad

Joselito Adame triunfa con un gran toro en el bazar de Bañuelos.
Joselito Adame triunfa con un gran toro en el bazar de Bañuelos.
Pablo Segura

Todo en orden: regreso a la vieja normalidad en la plaza de Huesca en una tarde que se anunciaba feliz por la vuelta de la fiesta y en la que Joselito Adame ha aprovechado un soberbio toro, descollante en la bueyada que la ganadería de Antonio Bañuelos ha presentado en el coso de la Albahaca.

Cada cosa en su sitio, hay que insistir: saludables ganas de diversión en las gradas, ese triunfalismo del que esta plaza ha sido avanzadilla y un espectáculo taurino para dimitir de aficionado. Da la sensación de que Huesca está marcada en ruta para algunos profesionales del toro como parada y fonda a otros destinos. Porque el retorno del viejo orden conlleva la vuelta a ese desazonante modo de hacer las cosas que en demasiadas ocasiones impera en el coso oscense, con el ganado de pitones justísimos para una plaza de segunda, lidias deslavazadas y displicentes o la suerte de varas a beneficio de inventario. Y para colmo, una tarde de calor para sufrir un síncope. El precio del agua a dos euros se antoja un regalo para aliviar el sofoco.

La corrida de Bañuelos ha semejado un bazar. Para lo que estamos acostumbrados por estos pagos, han llamado la atención las hechuras aparatosas, con una presentación como el comportamiento: un poco de aquí y otro de allá. En suma, una buena limpieza de corrales para el ganadero, con defensas que no se permitirían en otras plazas de la misma categoría.

La gloria ha sido para Joselito Adame y su toreo honesto y cabal, siempre en el sitio y siempre por derecho ante el toro de su triunfo. El de Aguascalientes ha abierto la puerta grande tras desorejar al segundo toro del festejo, una res que ha ofrecido un gran juego en una exhibición de casta y nobleza. Sin embargo, hay que contar un trasfondo de desorden y laxitud inaceptable en una plaza de toros. Precisamente esa res ha quedado sin lucir en todas sus capacidades porque ha sido mal picada: ha acudido dos veces al caballo suelta y al relance, ante la pasividad de los lidiadores. Y nos quedamos con las ganas de saber si, además de encastado, el burel era bravo. Fue el epítome de la tarde.

Triunfo del maestro en el coso oscense

Ha querido la fortuna ¡albricias! que el toro correspondiera en suerte al mexicano, que lo había recibido con prestancia a la verónica y que ha lucido luego en el quite por navarras. Adame ha visto veta y se ha propuesto sacar oro con una faena en los medios aprovechando cuanto de bueno ha tenido el toro: prontitud, repetición, codicia y nobleza. Casi todo, por el pitón derecho. Al natural ha quedado más deslucido y el coletudo tampoco se ha interesado por perseverar. Ha quedado la sensación de que al matador le ha faltado pausa y temple para disponer de una faena de más quilates. A la hora de la suerte suprema, estocada entera recibiendo y premio de dos orejas.

Adame se ha ganado bien el sueldo. En el quinto, se ha convertido en pacificador de los tendidos. En la grada del 5 se ha producido un conato de pelea, el sol se ha desentendido de la lidia y el diestro, que tiene personalidad para regalar, ahí que se ha ido para concitar la atención de los espectadores entre mohines de complicidad y toreo rodilla en tierra. Fin de la pelea y entrega del graderío tras una faena de total compromiso y menos ortodoxia taurina que ha cerrado con otra estocada entera, aunque menos efectiva. Ha sido ese quinto de la tarde un toro manso y sosote, que por momentos se ha quedado mirando al tendido presa su atención de pandemonium ahí organizado.

Antonio Ferrera ha tenido menos de sí mismo que en otras plazas, lo cual es de agradecer porque a veces resulta cargante con sus arrebatos y sus gestos extáticos. Le ha tocado en desgracia un inválido primero que se ha empeñado en repetir y al que ha aliviado el recorrido y levantó la muleta en una faena correcta que fue premiada con una oreja. El cuarto, aunque no ha perdido  las manos como aquel primero, ha resultado un manso noble para pocos lucimientos. La labor de apuntillar (como el tercero de la tarde) se ha convertido en un espectáculo deplorable, dos ejemplos más de los numerosos dislates de ayer.

Del aragonés Jorge Isiegas hay que anotar su ambición de triunfo. Ante el manso protestón que ha sido su primero ha sufrido un susto morrocotudo al entrar a matar sin muleta. Afortunadamente, no ha sido prendido por el pitón pero se ha temido la tragedia. No ha acabado de encontrar ni su sitio ni los terrenos. La falta de mando ha acabado con el burel cerrándose en tablas. En el que ha cerrado plaza, una res de mejor condición, ha derrochado pundonor y el público le ha obsequiado con una oreja.

Pese a la taurina levedad de la tarde, aunque solo fuera porque estamos de regreso, habríamos de estar felices. Así que ¡arriba los corazones!