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Joseba Acha: "Me interesa facilitar que las historias lleguen"

El bilbaíno, lleva establecido en Huesca desde 2012, y se ha convertido en alguien a quien tener en cuenta cuando se habla de la gestión cultural  

Joseba Acha de niño y en la actualidad.
Joseba Acha de niño y en la actualidad.
S.E.

Joseba Acha, bilbaíno, lleva establecido en Huesca desde 2012, y en estos años, se ha convertido en alguien a quien tener en cuenta cuando se habla de la gestión cultural en la ciudad. Es galerista, por un cúmulo de circunstancias, “como el conocer a María Jesús, su fallecimiento, y que luego sus hijos quisieran que continuara el proyecto y que lo llevase alguien cercano a su filosofía; si todo eso no hubiese pasado y no hubiéramos estado ahí y no hubiera sido La Carbonería, yo no hubiera iniciado un proyecto de galería”.

Aunque terminó estudiando Humanidades, en Pamplona, antes, y tras estudiar ciencias puras, se adentró en Arquitectura. “Tiene una faceta artística y un peso del proyecto muy fuerte, pero al igual que no todo el mundo al que le gusta la música hace la carrera de piano, porque te guste la arquitectura o algunos aspectos formales de lo espacial no tienes que dedicarte a esto, y de eso me di cuenta cuando ya había metido un pie en ese charco, y dije: no, esto no es”.

Si se le pide que haga memoria y encuentre una conexión entre su infancia y el ahora, que dé cuenta de si de pequeño ya apuntaba maneras, con ese rictus templado que le caracteriza, confiesa que “lo del artisteo” siempre le llamó la atención desde pequeño. Su madre es profesora de Literatura, así que de alguna forma “unas u otras artes, siempre han estado muy cerca en casa”. Debía ya ser buen observador, para no desperdiciar la biblioteca que había en su casa, “con libros que no tenía edad para leer, pero que me leía, y que muchas veces no entendía, pero me construía unas fantasías con ellos”. Por ello sí identifica “una línea muy directa” entre ese momento y el ahora, “aunque, en el día a día, parezca que la vida nos da tumbos y no sepamos cómo hemos llegado a donde estamos”.

Durante los estudios universitarios se encaminó hacia el sector donde hoy ha afianzado su práctica, en donde cumple con la misión de “acompañar lo que cuentan otros, esto es hacer gestión cultural, contar las historias de otros”. Ese interés que demuestra por la creación ajena, esconde sin quererlo su interés por el dibujo, y aunque en su día a día se vincula con artísticas y creadores culturales, nunca le atrajo demasiado la idea de construir una carrera artística personal. “He dibujado siempre. Incluso he expuesto alguna vez”, en dos o tres ediciones de Okuparte, recuerda, pero “me interesaba no tanto el hacer un dibujo y que la gente lo vea, sino ese compartir y mirar un dibujo; el compartir y facilitar que las historias se vean y lleguen”.

Esta idea recorre cada faceta de esa gestión cultural en la que se desempeña, en la producción de espectáculos o como galerista, con La Carbonería, cuya gestión comparte con María Tosat. Ambos roles van impulsados por la misma motivación: “Acompañar a que un proyecto llegue a los ojos de los demás. Sacarlo de una idea de un despacho y llevarlo a un escenario” o las paredes de un espacio expositivo, y que en el caso de La Carbonería afronta una pausa para retomarse, “a partir de enero”, tratando de darle al proyecto un espacio que se ajuste más a aquello a lo que el proyecto les está llevando ahora mismo.