Huesca

FERIA TAURINA 

Público diferente pero entregado para despedir la feria de este año

Muchos abonados no dudaron en acercarse a la última corrida de las fiestas

La zona de sol volvió a liderar el ambiente de la tarde.
La zona de sol volvió a liderar el ambiente de la tarde.
Pablo Segura

La feria de este año ha cerrado con una gran afluencia de gente -rozando el lleno- en la última corrida de rejones celebrada este domingo, y con un público ligeramente distinto al que esta semana disfrutó de la novillada y las cuatro corridas de toros.

Aun así también estaban los de siempre, como Pablo, quien como todos estos días, ha estado disfrutando de la feria, apoyado en la barandilla del tendido alto en la parte de la sombra. “Yo he pagado el abono y vengo a todo, incluso al concurso nacional de recortadores del pasado sábado, me dieron las dos de la madrugada, pero mereció la pena”.

Por otra parte, Pablo también consideró que el público que viene a rejones es diferente al que va al resto de la feria. “Vienen más familias porque el caballo es muy bonito de ver, el ejercicio es más artístico, pero, al final, se llena igual porque la entrada es más barata”.

En el recinto de la se veían familias, como Pilar y Jesús, quienes subieron a Huesca desde Ejea para ver la corrida de rejones. “Habríamos venido al resto de la feria, pero no pudimos”. A Pilar, la parte que más le gusta de estas corridas es la doma de caballo. “Ver al caballo ir al son de la música, haciendo cabriolas, es muy bonito de ver y mucho más artístico que el resto de la feria”.

Un ambiente dominado por las peñas

El vino y el humo, que habían sido el aroma característico estos días de feria, dio paso al aroma de los bocadillos de chorizo y las cocacolas, que llevaban y disfrutaban los niños durante la jornada, acompañados de sus familiares.

El ambiente estuvo -una tarde más- liderando por las charangas y el público que se situó en la parte de sol que, aunque se veía más cemento del común de estos días de feria, no paró de animar en ningún momento, entregándose por completo a los rejoneros y a su faena.

El resto del graderío, aunque al son de las charangas, no podía evitar aplaudir cada movimiento hipnótico que realizaban los caballos, y acongojarse cuando la bestia rozaba con sus cuernos los muslos del corcel.