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Mamen Tornil Allué: “Yo quería bailar con puntas, pero me encantó todo de la rítmica”

Entrenadora y jueza de gimnasia rítmica y estética, se reconoce entusiasta al tiempo que le gusta mantener los pies en la tierra

Mamen Tornil.
Mamen Tornil.
Pablo Segura

ECHANDO LA VISTA atrás, Mamen Tornil Allué se reconoce como alguien “con el cometido en la vida de iniciar a cosas; a un viaje, a un deporte -la rítmica-, a un libro, a ver una película. Soy súper entusiasta”. Y ante un ‘Mamen y si vamos…?’, la respuesta es ‘sí’.

Al mismo tiempo, es consciente de la importancia de mantener los pies en la tierra, especialmente a la hora de recorrer el camino que propone la gimnasia rítmica como deporte, al que ha aplicado el ‘ir despacio pero con buena letra’, porque tanto la rítmica, como la gimnasia estética, para Mamen Tornil, “son trabajos a largo plazo”. “Es verdad que al principio teníamos premura por ver resultados ya, pero esto son años de trabajo”, y como el ballet clásico -del que sigue enamorada, “por la disciplina” que requiere- “son trabajos de vida, de empezar sin precipitaciones y sin querer llegar antes a los sitios, porque a veces no llegas”. Ahí es cuando es clave, dice, que “el camino es lo que importa, y si el camino te lleva a esa meta, bien y si te quedas a la mitad. también bien, porque se habrá aprendido”.

Remontarse a sus inicios le lleva a recordar que ella lo que quería hacer era ballet clásico. “Siempre me ha gustado muchísimo el movimiento corporal, la música. Desde pequeña quería hacer ballet. A los 11 o 12 años salió la gimnasia rítmica. Y eso parece que sonó mejor en casa. Y me apunté. La profesora era Nati Mendiara. Siempre hay alguien en tu vida que te marca y yo me dedico a esto porque ella me abrió las puertas. Yo quería bailar con puntas, pero me encantaron todos los aparatos de la rítmica”, comenta.

De esos tiempos, recién iniciado este deporte, cuando todavía no estaba creado el Patronato Municipal de Deportes y las mazas, las cintas y el resto de aparatos no se encontraban con la facilidad de ahora, Mamen recuerda “estar súper emocionada” y esa emoción aún no se le ha ido. “Han pasado cuarenta y tantos años y aún sigo, con la ilusión, por las crías, la competición, por seguir presentando proyectos...”.

Además de ser una salida a su deseo de bailar, a su gusto por el movimiento y por la música, Tornil se dió cuenta de que le encantaba estar con las niñas pequeñas al encargarse de las más pequeñas en momentos puntuales cuando empezaba a entrenar. Por eso, estudió Magisterio Infantil y se sacó los títulos de entrenadora, y también por eso, hoy, los grupos de prerítmica “los de 3 a 5 años”, siguen siendo “lo mejor”. “Ahí soy yo, con la misma sensación (de cuando empezaba) de buscar y aprender de las niñas y niños”.

Un camino hecho despacio

Ese ‘despacito pero con buena letra’ que ha aplicado a los entrenamientos y la enseñanza explican en buena medida el desarrollo que ha experimentado la rítmica en la provincia en las últimas décadas.

Un crecimiento en el que fue clave la creación del Club 90, gracias a la iniciativa de Mendiara, junto a Lali Laliena, María Corredera, y la propia Tornil, tras éxitos como ser campeonas de Aragón en los escolares o un bronce logrado por Salas Navales (tía de la gimnasta Inés Bergua). “Ahí, tuvimos que decidir si seguíamos en el deporte base o damos el salto” hacia la competición, y lo dieron.

De ese tiempo recuerda el ritmo frenético de entrenamientos de mañana, de tardes y hasta en los mediodías, porque ese era el momento en el que estaba disponible el polideportivo del Parque, el único con la altura suficiente, y el esfuerzo invertido; también cuando llegó Jara López o cuando Cristina Perea dejó de ser gimnasta y se convirtió en entrenadora -siendo la que más ha llevado el peso de los entrenamientos de Bergua-.

Una tarea, la de entrenar para competir, que además de con Perea, comparte con Ana Gómez y Nerea Abad, y que entiende lejos de todo lo que fomente el “yo soy mejor que... o soy

peor” o “tenemos que ganar a…” y sí más como la “oportunidad de enseñar tu trabajo y aprender de otros”. Una labor en la que se trata de acompañar en lo emocional cuando las trayectorias deportivas transcienden, como ha sucedido con Bergua, “que se lo ha currado...”.

En su afán de “menos es más” Mamen prioriza esos cuidados y el respeto al cuerpo: “No quiero que las niñas se tronchen. No quiero esas máximas extensiones y agarres. Si alguien lo tiene de natural, venga, pero si alguien no lo tiene, mejorará lo que permita su cuerpo con el entrenamiento”.

Además de entrenar, da clases de danza en el Pedro J. Rubio y para personas adultas, algunas de las cuales son exalumnas, que hoy son madres de gimnastas y le gusta que haya ese grado de engranaje.

Por paradójico que resulte, hoy escucha más a su cuerpo de lo que lo hacía antes, otro aprendizaje. Por eso, cuando puede se escapa al campo, donde se reencuentra y se reconcilia. Antes de volver al próximo entreno.