Huesca

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Manuel Malo: “Un párroco solo no puede atender todos los campos del apostolado”

Referente de la Iglesia altoaragonesa, ha sido sacerdote durante más de 60 años, 55 entre las parroquias Santo Domingo y San Lorenzo de Huesca

Manuel Malo, en la iglesia de Santo Domingo y San Martín, donde ejerció 35 años como párroco.
Manuel Malo, en la iglesia de Santo Domingo y San Martín, donde ejerció 35 años como párroco.
Pablo Segura

Más de  60 como sacerdote, 55 en dos de las parroquias más emblemáticas de Huesca -Santo Domingo, donde pasó 35 y San Lorenzo, los 20 últimos- han convertido a Manuel Malo, Don Manuel para muchos, de 86 años y natural de Lanaja, en uno de los religiosos más queridos de Huesca para varias generaciones. “A veces me dicen ‘Don Manuel, tenemos en casa fotografías del bautizo, de la comunión, de la confirmación.. Y en todas sale usted y es normal, han sido muchos años en dos parroquias de las más numerosas en cuanto al número de habitantes que comprenden’”.

Ahora se acaba de jubilar, en una fecha que marcó también su inicio en San Lorenzo. “El día de la Virgen del Pilar de 2002 celebré la misa de la tarde como nuevo párroco de San Lorenzo y el 12 de octubre de 2022, la misa también de la tarde para despedirme”, resume. Como asegura, ambas parroquias, además, “tienen una actividad muy parecida”, con especial atención a la juventud. “En Santo Domingo dejé el club de jóvenes Sandoma y vine a San Lorenzo, donde está el Club de Tiempo Libre y me gustó, porque es una manera de educar a los niños en el tiempo libre”, afirma Don Manuel.

“Han sido muchos años en dos de las parroquias más numerosas”

Así, en ambas parroquias, asegura: “He estado muy a gusto, he encontrado gente que colaboraba mucho, porque un párroco solo no puede atender todos los campos del apostolado: Catequesis, Cáritas, Vida Ascendente, Acción Católica… Son muchos grupos”. Se trata de dos parroquias grandes pero muy familiares, aunque en el caso de la del barrio de San Martín, “facilita más las cosas que hayan arreglado la plaza y al salir de misa la gente se queda ahí hablando y eso hace que se fortalezcan los lazos de amistad y la vecindad. En San Lorenzo, por desgracia, si sales a la calle pasan coches y tienes que estar ahí constantemente apartándote, pero también es muy familiar y la gente colabora en la vida de parroquia”.

Tanto en la iglesia de Santo Domingo como la basílica de San Lorenzo, señala Don Manuel, “hay dos focos” importantes cada año. En la primera es la Semana Santa, al albergar los pasos de las cofradías y ser el escenario, entre otros actos, del Triduo al Cristo del Perdón. San Lorenzo es la casa de los oscenses durante las fiestas del patrón oscense.

“He sido párroco veinte sanlorenzos y he participado en la procesión aunque estos dos años de pandemia no hubo y el último, como ya tenía la pierna mal a causa de una caída, salieron en procesión el vicario parroquial y dos sacerdotes jóvenes. Les veía marchar y me quedó un poso de decir... “caramba, tantos años yendo en la procesión y este año no puedo, pero bueno, la vida es así. Lo importante es la parroquia, no la persona”, asegura.

“He encontrado gente que colaboraba mucho”

Con todo, se considera “un cura más”. Formado en el Seminario de Huesca desde “los once o doce años” y ordenado con 23 en 1959. Inició su carrera sacerdotal en Arcusa, donde tenía cinco pueblos a su cargo. A continuación, y antes de llegar a Santo Domingo, pasó dos años en la localidad monegrina de Alcubierre y regresó al Seminario otros dos años, en esta ocasión como profesor de Historia de la Iglesia “y para estar al tanto del cuidado del seminario menor”.

De San Lorenzo está particularmente orgulloso de haber adecuado un solar que encontró “lleno de hojarasca” y en el que temía “que alguien desde la calle echara una colilla y pudiera haber algún incendio”. “José Alegre, un sacerdote joven y muy trabajador, vino con unos seminaristas y limpió todo aquello, puso un suelo nuevo y una fuente y quedó un recinto muy entrañable”, señala. “Cuando llegué, además, se había hecho una restauración muy amplia, a fondo y tuve la suerte de inaugurar las nuevas obras”.

“Llegué al seminario con 12 o 13 años y me ordené con 23”

Por otra parte, con él como sacerdote, relata, “se restauraron cinco retablos, que había que limpiar de cera y de humos y devolverlos a su color primigenio y la verdad es que también es una satisfacción ver la iglesia y decir, ‘mira, todos estos retablos, estas capillas, se han restaurado estando yo de párroco”. En Santo Domingo acometió el cambio del antiguo suelo de madera, “que empezaba ya a crujirse por todas partes porque se pudría”, por el actual de mármol.

Aunque escuchándole, nadie lo diría, la pandemia, según dice, “se le ha llevado la memoria” y también ha visto como afectaba al día a día de los fieles.

“Ha habido dos años en los que no se ha podido hacer culto normal y después, ha habido que guardar distancia unos de otros. Solo se podían poner dos o tres personas en cada banco, el número de fieles que podían entrar era limitado. Y después, la mascarilla, los niños dejaron de venir... Todo eso hizo un descenso grande de la asistencia de la gente a misa”, afirma.

Por eso, en este momento, “habrá que intentar recuperarlos en una nueva evangelización, hacer por que muchos de quienes lo dejaron vuelvan a venir ahora que parece que la pandemia va a menos, aunque se está hablando de un nuevo rebrote”. l