Huesca

GENTE DE AQUÍ

Joaquín Aibar Lete: “La desconexión entre la sociedad y el campo es total en la actualidad”

Ingeniero agrónomo y profesor en la Escuela Politécnica de Huesca durante 33 años, está especializado en el control de las malas hierbas

Joaquín Aibar, en la Escuela Politécnica Superior.
Joaquín Aibar, en la Escuela Politécnica Superior.
Pablo Segura

Todo comenzó con una beca “en lo que entonces se llamaba el Servicio de Investigación Agraria, ahí en Montañana, en lo que actualmente es el Cita”, para el control de la avena loca en Aragón “o ballueca” que es como se le llama a esta mala hierba en el territorio. Joaquín Aibar Lete (Magallón, Zaragoza, 1957) acababa de terminar de formarse como ingeniero agrónomo en la Universidad Politécnica de Madrid y gracias a esta beca pudo hacer su tesis doctoral y empezar una relación académica e investigadora con las malas hierbas que dura hasta hoy. “Estuve en el Cita tres años, aprendí un montón sobre malas hierbas. Había unos compañeros, profesores, muy buenos allí”, entre ellos, Carlos Zaragoza. Y así se introdujo en el ‘mundillo’ de la malherbología que ya le gustaba desde antes.

Durante los 33 años que ha pasado como profesor en la Escuela Politécnica Superior de Huesca -aún hoy continúa como profesor colaborador extraordinario- Aibar ha impartido docencia en cultivos herbáceos, plantación de cultivos y en la protección de estos. Entre otros quehaceres, ha sido profesor de la asignatura de Agronomía y ha participado en la coordinación y docencia de un curso de experto de protección de cultivos de la Universidad de Zaragoza.

Más de tres décadas en las que la investigación y la experimentación han generado conocimientos que han servido como catalizador de los cambios que “ha habido en la agricultura”, no solo respecto a las variedades de cultivos, “sean hortícolas, extensivos o frutales”, también en técnicas de manejo que “hasta hace unos años serían impensables, como hacer olivos intensivos. Ahora la mayoría de los olivos arbequinos se ponen en seto y se recogen mecánicamente, y lo mismo está pasando con los almendros”. 

Avances en el sector agroalimentario que van encaminados a aumentar las producciones y la calidad, sobre todo en la seguridad alimenticia de los productos que se originan en el campo, “y el agricultor debe bregar con esos cambios, que no le afecten mucho al bolsillo porque normalmente los cambios suelen salir más caros para él”.

Aibar ha sido un apasionado desde niño de la botánica. Hizo su primer herbario con 8 o 9 años. La malhebología, recuerda, “es una forma de botánica aplicada” que obliga además de a conocerla, a “manejar también las formas de controlarlas”, pues ahora no se trata solo de erradicarlas, si no “de convivir con ellas al menor coste posible”.

Disfrutar del campo

Muy vinculado al medio agrícola, ha conseguido mantener el “pequeño patrimonio” de su familia, que se remonta a sus abuelos y continuó su padre, todos agricultores. Una pequeña superficie de viñedo en las mismas fincas que heredó de su padre, unos olivos, que algunos los ha plantado él mismo, “y un huerto y un jardín enorme que para hacerlo yo solo...”; de hecho, “me estás pillando podando en el campo”, afirma en conversación telefónica.

Pero sobre todo estar en el campo le proporciona disfrute, “un montón”: “Ahora que me he medio jubilado, me vengo al huerto, como actividad lúdica; como negocio, cero, porque me cuesta dinero, pero invierto mis horas aquí”. Disfrutar plantando y, sobre todo, recogiendo, porque “la hortelanía tiene siempre ese aspecto positivo que cuando llega el mes de julio, agosto, septiembre, octubre hay mucha producción”, que comparte con sus hijos y amigos. 

Es crítico con la relación que la sociedad tiene con el campo y sus pensamientos “siempre están con el agricultor”: “El consumidor en general, sobre todo el consumidor muy urbanita, tiene un desconocimiento total de lo que come y de los productos. Estoy cansado de ver en la tele ‘producto de estación’ y tienen unos pimientos y unos tomates en el mes de enero... Eso no se puede decir en un medio público, ni privado ni en ningún sitio”. Un desconocimiento que le lleva a señalar la “desconexión total” que hay “entre la sociedad y el campo”. 

También sale en defensa del sector agrícola respecto a las emisiones de CO2, pues junto al sector forestal y los mares, “son los únicos sitios donde se fija CO2, porque claro que (el sector agrícola) emite, pero lo que hay que hacer siempre son balances, cuánto se emite y cuánto se fija”. Y más que en el cambio climático como elemento determinante para el campo, pone el acento en la climatología “que es lo que de verdad afecta todos los días, si mañana va a llover o no, y mañana otra vez no va a llover”. Un “problema grave” para todos los sistemas de regadío, que se traduce en limitar la extensión de las plantaciones, “porque no hay agua para todo”. 

Además del huerto y de ejercer de abuelo, su otro plan para la jubilación es la música, saliendo a tocar junto a otros “cincuentunos”, como se llaman así mismos, en una tuna con solera, Honoris Tuna de Aragón.