¿Quién soy?
Víctor Juan: “He sido y soy feliz dando clase”
“Les digo a mis alumnos que no esperen a tener ideas a cuando consigan una plaza. tienen que tener ideas ya”

En las memorias de su infancia “feliz”, Caspe ocupa un lugar especial. Víctor Juan Borroy, profesor de la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación del Campus de Huesca, a donde llegó en 1999, y actual director del Museo Pedagógico de Aragón, recuerda el lugar que habitó los primeros seis años de su vida como “un paraíso”, en la casa de sus abuelos, junto a los vecinos, con “la libertad de aquellas calles”.
Al mudarse sus padres a Zaragoza, lo que vivió como “un exilio”, su vínculo con Caspe se mantuvo en los veranos, en semana santa y las navidades, gracias al ‘rescate’ de su abuelo Valentín, quien los iba a buscar -a él y sus tres hermanos- para devolverlos a ese “pueblo de puertas abiertas”, al que iban, como decía el abuelo, “a jugar, a pasarlo bien y a comer”, previo paso, eso sí, por el peluquero, “que nos rapaba al 1” y cumpliendo el requisito de “estar en casa cuando tocaba la sirena, a la 1, la hora de comer, y a las 8”.
Se hizo maestro por el ejemplo de dos o tres maestros que tuvo y que fueron importantes, don Antonio entre ellos. Un hecho que “se repite” en la historia de los que han sido y son sus estudiantes. “Cuando les pregunto a mis alumnos que por qué quieren ser maestros, muchos de ellos dicen porque tuve una maestra que me entendió, me supo ver, me apoyó...”. Aunque también estudió Magisterio porque intuyó que este trabajo le iba a gustar.
Y así ha sido y es, “feliz siendo maestro”, tanto que cuando comenzó a trabajar en Educación Infantil pensaba: “Si supieran lo feliz que soy, en lugar de pagarme, me harían pagar”.
Ha sido profesor en Alcorisa, en Langa del Castillo, en Magallón, o en Zaragoza, hasta que llegó a la facultad del Campus oscense tras ganar la plaza, después de pasar como docente por todas las etapas educativas llegó a dar clase a los futuros maestros y maestras, e incluso a docentes que eran más mayores que su madre, como profesor tutor de la Uned en Calatayud, llevando consigo “toda la experiencia acumulada” durante los 37 años que lleva como le gusta decir, “dictando dictados”; dando clase desde lo que es, con sus lecturas, su biografía, sus viajes, que es cómo entiende la docencia.
Una segunda razón por la que se hizo maestro fue el que era una manera “de compensar déficits, de abrir ventanas en la vida de niños y niñas que lo tienen más difícil. Me parece que el trabajo de las maestras y maestros cobra sentido ahí”.
No ha dejado de formarse nunca. Después de estudiar Magisterio, se especializó en Educación Especial, realizó un postgrado en Dirección de centros, al mismo tiempo que estaba haciendo la licenciatura en Pedagogía, a la que siguió con los cursos de doctorado, hasta hacerse doctor en 1996. “He estado muy seguro en mi profesión”. afirma e insiste en decirle a su alumnado que “no esperen a tener ideas a cuando tengan una plaza o conseguir un destino. Tienen que tener ideas ya”.
En paralelo a su dedicación a la enseñanza, en 2007 se lanzó a escribir su primera novela de ficción. Desde entonces ha escrito cinco novelas y varios cuentos. El último título Caspe. Mis días azules, en donde vuelve sobre su infancia en ese paraíso que está anclado en su memoria.