Huesca

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Víctor Arnal: "En 1991, de la mano de Peña Guara coronamos la cima del Everest"

Desde su comercio, ha sido testigo de los cambios que ha sufrido el Coso en los últimos años y en el mundo del alpinismo logró muchas proezas 

Víctor Arnal en un rincón de su tienda, un comercio de más de 90 años de antigüedad.
Víctor Arnal en un rincón de su tienda, un comercio de más de 90 años de antigüedad.
Laura Ayerbe

Desde un lugar privilegiado en el Coso Bajo de Huesca Víctor Arnal ha visto durante décadas como se transformaba la ciudad, en especial esta artería principal y como a la vez crecía su barrio, el de Santo Domingo y San Martín. Pero en su memoria también quedan sus muchas expediciones alcanzando algunas de las cimas más importantes del mundo y sumando azadas.

Acaba de cumplir los 65 años (Huesca, 27 de agosto de 1958), y ya podría jubilarse, pero su intención es seguir al frente de su comercio, Alimentación Ultramarinos Víctor Arnal. Y asegura que en un futuro “sin fecha aún” lo dejará “sin prisas” y seguirá tras el mostrador mientras “el cuerpo y la mente” se lo permitan. Recuerda que hace unos años se vio obligado a “pasar por el quirófano por un problema de caderas”, tuvo que cerrar el comercio unos meses, pero ahora se encuentra en buenas condiciones para seguir.

Y detalla que él es la tercera generación al frente de un establecimiento que tiene más de 90 años. “La tienda se fundó en 1930 por un tío abuelo, le siguió mi padre y después tomé el relevo”.

Nació “en la calle Lanza a 20 metros de la tienda” y su infancia discurrió “en la Plaza de los Tocinos -plaza del Justicia- jugando con un montón de críos siempre jugando en la calle y haciendo algunas trastadas” y recuerda que “por aquél entonces Huesca no era tan grande y terminaba al final del Coso y más allá todo eran campos”.

Y pronto empezó a “hacer montañismo, excursiones y acampadas”, y propiciado por su “espíritu movido” se enganchó a estas actividades “en los inicios de la mano de los scouts y de la OJE” y buscó “más marcha y nuevos retos”. Con esta predisposición y entusiasmo “a los 15 años “ ya escaló “el Montblanc en los Alpes”, con una altura de 4.800 metros.

A los 16 decidió dejar los estudios y empezó a trabajar en la tienda porque “quería hacer montaña más en serio” y por esa época comenzó a practicar “esquí de montaña”.

En los siguientes años volvió a los Alpes “en varias ocasiones” y empezó a acumular importantes proezas, ya vinculado a Peña Guara y junto a algunos de sus históricos integrantes. “Subimos al pico del Comunismo -pico Ismail Samani- una montaña de la cordillera de Pamir, en Tayikistán, con una altura de 7495 metros”, y de aquella ascensión recuerda que “hacía más frío que en el Himalaya”.

El siguiente hito fue llegar a la cima del Gasherbrum I, “que fue el primer 8.000 aragonés”, en aquella ocasión además estuvieron a punto de coronar “el Gasherbrum II, pero un mal día nos lo impidió”, Y remacha que además abrieron “la vía aragonesa, que fue una hazaña mundial y muy importante para nosotros”, y no contentos con ese hito, apostilla, “lo hicimos con esquís de montaña, otra novedad”. En esa ocasión fueron seis los integrantes entre los que figuraban “Lorenzo Ortas, Javier Escartín y Toño Ubieto”.

Carente de miedo y con tendencia a conquistar las alturas, decidió lanzarse a surcar los cielos. “Tras los hermanos Bielsa de Castejón de Sos, nos convertimos en los segundos parapentistas de España, y lo hicimos sin profesores, aprendiendo a base de golpes”, si bien tras “varios sustos pero sin lesiones graves” optó por dejarlo y continuar con la escalada “que es mucho más segura”.

Ya en 1989 participó “en la primera expedición aragonesa al Everest, cuando todavía no había subido más que dos o tres grupos y China acababa de abrir fronteras”. Era una delegación numerosa, “de unas veinte personas” que unió esfuerzos con una expedición militar pero “una nevada fuerte y la equivocación en el camino impidió lograr el objetivo”. Si bien en 1991 “de la mano de Peña Guara junto a Pepe Garcés, Javier Escartín y Toño Ubieto” coronaron esta cima del Himalaya hasta sus 8.849 metros.

Ya por entonces su padre ya había muerto y dejaba a su hermana y a su madre al frente de la tienda, y poco a poco fue reduciendo la actividad que quedó acotada a “fines de semana y vacaciones en los que hacía excursiones al Pirineo, algún viaje a los Alpes y a esquiar”. Y más tarde, “con plena dedicación”, reformó la tienda y mantuvo la apuesta por “cosas buenas con productos de cercanía”.

Lamenta que “ahora ya no hay tanta clientela fija de la que viene a hacer la compra completa, y se acuda por cosas específicas”, si bien en sus estanterías sigue ofreciendo una gran variedad de productos, y apostilla que llegó a tener “más de mil referencias”. Además echa de menos “el trato de antaño”.

Y aunque han cambiado los hábitos de consumo explica que “las sardinas de cubo siempre tienen salida y con el paso del tiempo se han convertido en un manjar”. Sobre este tipo de salazón comenta que “a los tres años, cuando me iba a la tienda con mi padre, ya me gustaba cogerlas y envolverlas en el papel de periódico”.