María Pilar Planas: “No ha habido ningún día en el que haya ido a trabajar a disgusto”
Durante 42 años ha sido profesora del Colegio Santa Rosa, en Infantil y Primaria, ha dado clase a varias generaciones de oscenses

QUIEN NO conoce a María Pilar Planas se topa con una mujer de aspecto menudo que a primera vista parece que se va a resquebrajar, pero esa sensación desaparece en apenas unos segundos a su lado cuando se descubre su brío, su energía desbordante y su entusiasmo por hacer mil cosas cada día. Su entorno sabe que es todo nervio y predisposición, que siempre está dispuesta a ayudarlos y vive pendiente de todos. Y para cuatro generaciones de oscenses que han pasado por el colegio Santa Rosa de Huesca, hablar de su etapa escolar lleva asociado el recordar a Pili Planas, una profesora muy querida que ha sido el alma del centro y a la que todos -tanto sus compañeros como alumnos propios y de otras clases- le tienen mucho cariño. Con ‘la señorita Pili’ hicieron muchas actividades, viajes, teatro… y además de aprender, disfrutaron de esos numerosos momentos compartidos.
En este colegio desarrolló toda su carrera, de más de cuatro décadas, que para ella ha sido un periodo en el que se ha sentido “privilegiada”, sobre el que añade, “he tenido la suerte de trabajar en lo que más me gusta”. Pero Pili es muchas cosas más: la abuela que presume de nieto, una madre abnegada, y también una hija, hermana y tía, y la que cada día pasea a Nala, por todos ellos se desvive y luce una gran sonrisa al nombrarlos.
Nacida en Huesca hace 66 años, pasó su infancia en el Casco Antiguo “primero en la calle Zarandia y luego en La Zuda”. En su memoria quedan las horas de juego en la calle, cerca de la fuente de la Moreneta, y también anécdotas, entre ellas cita “el día que lancé a mi hermano con cochecito y todo por una cuesta”. En aquellos primeros años imaginaba su futuro como “artista” y ya por entonces se mostraba “muy niñera”.
Después, pasó un curso residiendo con sus tíos en Gurrea, ambos eran maestros en el pueblo. “Mi tía me daba clase por la mañana y por la tarde me preparaba para la reválida”. Y fue en ese periodo cuando afirma que le entró “el gusto por la enseñanza”.
Ya de nuevo en Huesca, completó su etapa escolar en el colegio Santa Ana y aunque en algún momento valoró “estudiar Medicina”, se decantó por cursar Magisterio.
De esos años de adolescencia atesora un gran recuerdo muy especial de “los veranos en los que me iba a París con mi hermano a pasar un mes con otros tíos y así mejorar el idioma”, y habla del periplo que suponía el viaje, “cogíamos el autobús en Zaragoza y el trayecto duraba más de doce horas” y detalla que “como íbamos a Francia y era la época más convulsa de ETA, nos paraban varias veces para hacer controles, inspeccionar...”. Solía pasar un mes con sus familiares “perfeccionando y disfrutando con la pandilla que tenía allí”, y el tiempo se le iba volando.
Antes de terminar la carrera, pasó un año en ese París como lectora y también hizo prácticas en el Sancho Ramírez, y relata que “como no había espacio en el centro dábamos las clases en la sacristía de la iglesia de San Lorenzo”. Después finalizó los estudios con dos especialidades la de Lengua Francesa y la Educación Infantil.
Terminó en junio y su objetivo “era volver a Francia, pero la llamaron del Colegio Santa Rosa y ese septiembre empezó a dar clases, y en el centro ha pasado 42 años como profesora, “fueron 22 años en Infantil y 20 en Primaria”, y en sus inicios fue “la única profesora en Infantil porque el resto eran monjas”. Una larga etapa en la que se ha sentido “muy privilegiada” porque argumenta que ha tenido “la suerte de trabajar en lo que me gusta” y añade que “no ha habido ningún día en el que haya ido a trabajar a disgusto”.
Agrega que a lo largo de su carrera en la enseñanza, “he dado clases de casi todo, menos de educación física y alguna cosa más”. Y explica que su máxima ha sido que sus alumnos “siempre estuvieran contentos”, porque dentro de las posibilidades ha procurado que “pudieran aprender jugando”.
Con gran convencimiento afirma que para ella “estar en Santa Rosa ha sido lo mejor que he hecho”, y lo peor, remacha, “es estar jubilada”. Siempre con ganas de hacer cosas y pasar tiempo con los niños, sigue vinculada al centro “haciendo talleres y teatro, organizando actividades...”. Y sin dudarlo un segundo apostilla que “volvería al colegio a empezar de cero”.
En tantos años vinculada al centro ha habido momentos para todo, y enumera algunos, entre los más destacados está el haber “sido profesora de mis hijos y de mi sobrino, y ahora, aunque no doy clases que mi nieto Matías esté en el colegio”. Y también indica que “con el paso de los años ha habido maestras que se han convertido en mis compañeras después de haberlas tenido de alumnas”. Y no olvida de las monjas, con quienes siempre ha tenido una relación “fabulosa”.