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Astou Barro Aw Sy: “El locutorio es lugar de encuentro y ayuda a la comunidad migrante”
Regentó el primer establecimiento que ofreció servicios de telefonía y e Internet en Huesca en los primeros 2000
![Astou 08 11 2023 Foto LAURA AYERBE[[[DDA FOTOGRAFOS]]]](https://imagenes.diariodelaltoaragon.es/files/image_990_v3/uploads/imagenes/2023/11/12/astou.jpeg)
HACE MÁS de dos décadas que Astou Barro Aw Sy regenta un locutorio, al principio trabajando junto a un primo suyo con quien montaron en los primeros 2000 el primer establecimiento en el que se ofreció en Huesca servicio de telefonía, Internet y envío de dinero al extranjero, en la calle Goya, 7. Hoy hace ya más de una década que es propietaria de ese negocio, que estuvo en la calle Cleriguech y después, en la calle Conde de Aranda, su ubicación actual.
Pero al margen del lugar donde se ubicara, “el locutorio de Astou” ha sido siempre un espacio de referencia, no solo para llamar, conectarse a Internet o mandar dinero a la familia en el país de origen, sino como lugar “de encuentro y de ayuda”, especialmente para la comunidad migrante; un sitio al que acudir cuando se llegaba a un país que no es el de una, no se conocía a nadie o no se sabía el idioma.
Astou llegó a España con casi 30 años, después de viajar de Senegal -su país de origen- a Alemania, para acudir a una conferencia de jóvenes democráticos que se celebraba en Munich. “De ahí decidí ir a Italia por una semana”, recuerda, y una prima suya le recomendó visitar España. Primero llegó a Madrid y la conexión con Huesca fue a través de otro familiar, un primo suyo, Meissa Diop: “Él hablaba con mi madre, quien le dijo que estaba en España y le dio mi teléfono. Me llamó y me dijo ‘Astou, vamos a abrir un locutorio. Vamos a trabajar juntos”.
El negocio empezó a funcionar en septiembre de 2000. En esos primeros años “trabajamos mucho. Al principio solo para hablar (por teléfono)”; Internet recién estaba empezando a popularizarse. Aún faltarían años para que llegaran los smart phone, que han supuesto, a día de hoy, un cambio en el negocio, en el que la venta de productos de alimentación o cosmética típicos de países africanos o latinoamericanos, se ha convertido en una vía de ingresos adicional, pues no siempre se encuentran fácilmente.
Por entonces, “la gente llamaba del locutorio a casa. Teníamos cuatro cabinas”, “hacíamos envío de dinero”, atendiendo a “lo que necesitaban los extranjeros en general”, explica. Recuerda las tarjetas, “rascabas y obtenías un código” para hablar una cantidad de minutos que era diferente en función del país al que se llamara. Tanto las tarjetas como las cabinas ya no sirven, “hasta los envíos de dinero han bajado, porque se pueden hacer desde el teléfono”.
Fueron años en los que “la gente -mucha de pueblos de la provincia- hacía cola” y Astou ofrecía sillas para que no esperaran de pie. Recuerda cómo había grupos que “se daban cita en el locutorio, llamaban y después charlaban. Eso me gustaba mucho. Siempre había personas nuevas. Quien llegaba preguntaba por el locutorio”.
Paralelamente a la puesta en marcha del locutorio, Astou empezó a formar su familia. Había podido acogerse a un proceso de regularización que tuvo lugar en 2000. Un año más tarde tuvo a la primera de sus cuatro hijas y en 2002 terminó el trámite de reagrupación familiar con el que su marido pudo venir a España.
Establecerse y formar una familia en un país que no es el de una “es duro”, sin esa familia que sostiene. Desde la empatía, Astou ha sido también parte de esa red familiar o de amistad para quienes recién llegaban, ayudando en la crianza, siendo el locutorio una suerte de guardería donde ella cuidaba de los peques cuando “una mamá tenía una entrevista de trabajo o debía trabajar por dos horas” y no tenía con quien dejarlos. También ha ayudado a la hora de hacer reagrupaciones familiares, pues “mucha gente no sabía a dónde ir o cómo rellenar la documentación”, también porque algunos no sabían escribir o el idioma, o a pedir citas de extranjería o empadronamiento por internet, y “lo haces gratis porque son amigos o clientes que
-de tantos años- son ya familia”. Porque algo se activa cuando te encuentras con alguien “de tu país de origen” o “que tiene tu misma piel”, “sólo el hecho de hablar en tu idioma, ayuda a que baje la tensión”, afirma.
Con el avance tecnológico, el negocio se hace de forma más telemática, aunque sigue acudiendo clientela “que lo es desde hace más de diez años” y continúa siendo el lugar a donde ir para quienes llegan a Huesca, especialmente desde Senegal. Sus hijas le ayudan a mantener el establecimiento abierto “todos los días”, porque “si cerras una semana, pierdes clientes”.
De sus años en España, que nunca pensó que fueran tantos, dice que le ha ido “en general, muy bien”. Aún así comparte con su marido un anhelo, el de volver a Senegal algún día, “lo antes posible”. No sabe si a Kébémer, la ciudad donde nació y pasó su infancia, que fue “maravillosa”, y a la que volvía desde Dakar adonde se fue a estudiar; donde viven su madre y sus hermanos y hermanas, donde tiene a sus amigas y está su barrio. “No sé si voy a vivir ahí, pero será mi lugar de vacaciones”.