ENTREVISTA
José Antonio Satué: “Si no hay personas maduras no puede haber buenos sacerdotes”
Prelado de Teruel y Albarracín y miembro del Dicasterio para los Obispos, destaca el proceso de escucha y reflexión llevado en su diócesis.

El oscense José Antonio Satué Huerto, obispo de Teruel y Albarracín, forma parte desde hace apenas dos meses del Dicasterio para los Obispos, posición desde la que interviene en el proceso de nombramiento, entre otros, de los nuevos mitrados. Dos años después de ser nombrado prelado, destaca el proceso de escucha y reflexión llevado a cabo en la diócesis.
Hace dos meses fue nombrado miembro del Dicasterio para los Obispos por el papa Francisco. ¿Cómo ha sido este tiempo en el cargo?
—Tomé contacto con el Dicasterio el 28 de septiembre, me explicaron el modo de trabajar y participé en la primera reunión, en la que me sentí muy bien acogido por los Miembros del Dicasterio: una veintena de obispos, dos religiosas y una laica.
¿Cuáles son las principales tareas que deberá afrontar al asumir esta responsabilidad?
—Por el momento, me toca leer largos informes relativos a sacerdotes que pueden ser nombrados obispos, o de diócesis que cambian de pastor; para poder ofrecer mi parecer en las reuniones del Dicasterio. Supongo que más adelante también tendré que preparar parte de esos informes.
¿Cuál es el proceso para la elección de estos representantes de la iglesia? ¿Qué criterios se ponen en valor?
—El proceso comienza con las propuestas de candidatos al episcopado que llegan desde las diócesis. La Nunciatura de cada país las estudia a través de amplios procesos de consulta en los que participan mujeres y hombres de las comunidades cristianas. Una vez identificados los mejores perfiles, los transmite al Dicasterio para los Obispos, que realiza la evaluación final y propone al Papa el candidato que parece más adecuado. Se tiene en cuenta su formación y su experiencia de oración, su capacidad para promover la participación de las personas en la vida y misión de la Iglesia, así como su sensibilidad para acercarse a los necesitados, a quienes no participan en las parroquias…
El obispo de las Diócesis de Huesca y de Jaca, Julián Ruiz Martorell, pasará a regir la de Sigüenza-Guadalajara. ¿Qué nombres se barajan?
—No tengo información al respecto. En las dos reuniones del Dicasterio en las que he participado no se ha tratado este asunto. Además, si lo supiera, debería guardar la debida reserva. Tanto las diócesis como los candidatos merecen ser tratados con la máxima discreción..
Ha cumplido dos años al frente de la Diócesis de Teruel y Albarracín, ¿cuáles son los retos que ha afrontado en este tiempo? Y ¿qué tareas debe acometer en el medio plazo?
—He podido conocer y amar a esta gente y a esta tierra; he afrontado, con la ayuda de un grupo de colaboradores, algunos problemas que han ido surgiendo; hemos desarrollado un proceso de escucha y reflexión, en el que han participado muchas personas, para aportar nuestro granito de arena en el Sínodo convocado por el papa Francisco y para definir el plan de acción para la diócesis en los próximos cinco años. Ahora toca poner en marcha este plan pastoral.
¿Sobre qué cuestiones se ha reflexionado de cara al Sínodo?
—Es difícil contestar en pocas palabras. Los cristianos de Teruel y Albarracín destacamos la importancia de intuir y de responder a las esperanzas y las necesidades más hondas de las personas, sobre todo de aquellas más desfavorecidas, de estar abiertos a los colectivos de personas que se han podido sentir rechazadas por la Iglesia, de utilizar una comunicación más directa para transmitir la fe y dar a conocer la vida de nuestras comunidades, de cuidar las celebraciones para facilitar la participación y el encuentro con Dios, de fortalecer los consejos pastorales y otras estructuras de participación.
¿Cómo valora, desde su perspectiva, el nuevo plan formativo para los seminaristas, Ratio fundamentalis? Y ¿qué novedades introduce?
—La Ratio fundamentalis es un documento que traza las líneas generales de la formación de los sacerdotes en todo el mundo. Insiste en la importancia de garantizar una formación humana, espiritual, intelectual y pastoral de calidad. A mi juicio, subraya la necesidad de cuidar la formación humana.
¿Qué desafíos afronta la Iglesia sobre la formación y ordenación de nuevos sacerdotes?
—Aquí tenemos un gran desafío. Si no hay personas maduras, no puede haber buenos sacerdotes… o buenas periodistas. Otro desafío es garantizar una formación intelectual que permita entender las culturas cambiantes de nuestro mundo y descubrir los modos más eficaces de cumplir nuestra misión.
Recientemente ha estado en Cuba impartiendo unas charlas, ¿qué temas ha abordado?
—La Conferencia Episcopal de Cuba me invitó a participar en el Encuentro Nacional de Diáconos Permanentes, en el que están presentes también sus esposas. Yo sólo pude recordarles un poco de teoría acerca de la espiritualidad y la misión de los diáconos permanentes. Ellos y ellas me han compartido sus esfuerzos para acercarse a las familias más pobres y a los pueblos más pequeños y alejados, para estar cerca de los hombres y mujeres encarcelados, enfermos, pobres, aguzando la creatividad para repartir lo poco que tienen y contagiarles la esperanza que brota de la fe.
¿Cómo han afectado los abusos sexuales en el ámbito eclesial al vínculo de la Iglesia con sus fieles y la credibilidad de la institución a nivel social?
—Lo que nos debe preocupar y ocupar no es tanto cómo repercuten los abusos en la credibilidad de la Iglesia, sino como afectan a las personas que los sufren y cómo hemos de trabajar desde todos los ámbitos de la sociedad, para erradicar esta lacra y ayudar eficazmente a todas las víctimas. Los abusos se han extendido cuando se ha valorado más el “buen nombre” de las familias, de la Iglesia o de las instituciones donde se han producido los abusos, que el bien de las víctimas. Ha llegado el momento de poner a las víctimas en primer lugar, de ofrecerles credibilidad, de pedirles perdón y de ofrecerles los medios necesarios para sanar sus heridas. Por este camino quiere avanzar la Iglesia.