Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El regalo de la esperanza

Con cierto tono humorístico -¡ay, el humor, cuánta falta hace y cuánto se desvanece en el pensamiento líquido en red de hoy!-, se escucha como propio del ingenio español aquella expresión de que los Reyes Magos nos contemplan todo el año, por lo que no sirve el arrepentimiento y el propósito de enmienda de los últimos días antes de este particular juicio final. Con el símbolo del oro, del incienso y de la mirra, Melchor, Gaspar y Baltasar ofrecen a los creyentes practicantes, a los no tanto y a quienes prefieren ver sólo la parte de la ilusión sin compromiso religioso alguno unos regalos que, en realidad, representan la recompensa por nuestra forma de vida de las últimas 365 jornadas. De ahí el carbón o las generosas dádivas, obviamente también sometida la graduación a los posibles de cada familia o individuo.

Pero, además, los Magos de Oriente ejercen un papel de transición correlativa entre el tiempo pretérito, el presente de su día de gloria que es el de todos y singularmente de los niños y el futuro, para el que ofrecen la esperanza concebida como la virtud teologal por la que se confía en alcanzar los bienes prometidos o bien como el estado de ánimo que presenta alcanzable aquello que se anhela. Transcurrida esta mañana la exploración de los zapatos con los presentes por los "méritos" contraídos con anterioridad, en el año natural hasta el retorno de sus majestades tenemos ante nosotros la gran oportunidad de perfilar nuestros proyectos de vida individual, familiar y social para esgrimir ese ánimo para celebrar, en 2020, que somos más felices, que somos mejores y que hemos sido capaces de transformar para bien el mundo.

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