Opinión
Por
  • GERARDO HERNÁNDEZ ZORROZA

Raíces de la manipulación social

Nunca me ha gustado el término "masa social", por ser sinónimo de algo definido, homogéneo, altamente sugestionable, como suele ocurrir, y fácil de amasar, manipular.

Es conocido el fervor de las masas por los iconos locales, sean estos equipos de fútbol, santos, "vírgenes", u otros. Destacar respecto a estos últimos que la enseñanza de Jesús no se dirigía a masas, como a menudo se piensa, sino específicamente a la persona, a su crecimiento en auto-conciencia, a descubrir esa semilla de divinidad interior ("Dioses sois, pero lo habéis olvidado") que poseemos. A la hora de orar sucedía lo mismo: cuando oréis, decía, no lo hagáis como los fariseos en el templo, sino en privado. Tampoco animaba, a la unidad del "rebaño" (Iglesia organizada y sus "pastores"), sin más, sino más bien a la confrontación, individual, con uno mismo: "no he venido a traer paz, sino espadas". Un combate no externo, sino interno, el que proponía, para ganar en auto-conciencia.

A menudo provocaba él mismo esa confrontación entre opuestos, a elegir entre lo fácil o difícil, nuevo o viejo, el silencio o el grito, etcétera, para lo que enseñaba a escucharse en lo que hablamos, en nuestra "oración" y descubrirnos a través de ella en lo que realmente somos, no lo que otros (padres, maestros, sociedad, etcétera) han programado que hagamos. Decidir así en estas situaciones de dialéctica lo que realmente traemos para aportar a la vida.

Él mismo tuvo que decidir entre su familia que reclamaba interés preferente por cuestión de estirpe y sus discípulos, y lo hizo a favor de éstos últimos. Incluso los Evangelios canónigos (únicos aceptados por esta Iglesia) reflejaron su propia confrontación con aquella famosa frase: "El que hace la voluntad de mi Padre (sinónimo de Ley, y aclara el significado de ésta da para mucho más espacio), ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre".