Opinión
Por
  • VENANCIO RODRÍGUEZ SANZ

Llorar o no llorar, esta es la cuestión

Todo el mundo llora... Nacemos llorando. De lo contrario, nos dan un azote en el culete. De niños, llorábamos cuando teníamos hambre, frío, miedo o dolor. De mayores es menos frecuente que lloremos cuando tenemos frío o hambre. Aunque, en sentido figurado, hay una forma de llorar por estos motivos; es aquella que dice el refrán: "El que no llora no mama". De esta guisa se puede llorar individualmente o en grupo. Cierto es que, de la segunda manera, se puede hacer más presión. Y por lo tanto, es más fácil conseguir que la mamá acerque su pecho a nuestra boca. Pero hay un problema: para que la mamá atienda las peticiones de un grupo, se lo tiene que restar a otro (la leche no es infinita). También es cierto que en ocasiones, no sabemos lo que nos conviene. Ya lo decían nuestros clásicos: "Los dioses nos castigan atendiendo nuestras súplicas". Entonces, hay que agachar las orejas y llorar para volver atrás ¡siempre llorando! También es cierto que hay mamás que, con dolor del alma, se imponen por encima de los lagrimones de los nenes, de sus quejas, malas caras y pataletas. Por eso dicen que, quien bien te quiere te hará llorar. También dicen que si quieres perder a los hijos, dales todo lo que piden. No es fácil ser padres, ¿verdad Estoy seguro que todos tendremos en la mente algún ejemplo que pueda ilustrar lo que quiero decir. ¡Ay! En fin, yo pasaba por aquí y se me ha ocurrido esto.

Venancio Rodríguez Sanz