Opinión
Por
  • CARLOS GARCÍA MARTÍNEZ

El puente del pantano de La Peña y su acceso sur

Hace menos de dos años que el grupo parlamentario de Podemos en las Cortes de Aragón reclamaba en la Comisión de Vertebración actuaciones urgentes en el puente de La Peña, destacando su "alto valor estratégico" e instaba al gobierno a garantizar su seguridad. El puente de hierro, se decía, "presenta un estado de conservación lamentable, con un alto grado de oxidación y no reúne las condiciones de seguridad para soportar el paso de vehículos pesados. La carretera tiene un tráfico considerable y es el trazado alternativo a Monrepós hacia los valles occidentales". Y, hace pocos días, un portavoz de Ciudadanos solicitaba información sobre el puente y las actuaciones previstas en "una infraestructura obsoleta que presenta un lamentable estado de conservación". Después enumera las últimas actuaciones estudiadas, por valor de 1,2 millones, en 2011, y 2,5 el pasado año, en "una actuación – se decía- que contemplaba la mejora de la conservación y la consolidación para dejarlo en perfecto estado de revista". Calderilla, digo yo.

No retengo en mi denso archivo otras llamadas de atención sobre el problema, aunque las dos citadas parezcan desconocerlo en su verdadera dimensión al dar por hecho que con dejar el puente "en estado de revista" se soluciona algo, si bien en la segunda intervención ya se indicaba que se trata de "una infraestructura obsoleta", es decir, inadecuada para sus fines. Concluyendo: Sorprende por qué nadie, institución, organización, medio o persona, haya manifestado no solo su preocupación por el estado del puente, sino reclamado su sustitución inaplazable por otro de doble dirección con arcenes suficientes, incluido su acceso desde el sur por un nuevo túnel. Como nadie ha citado, y viene al caso, el abandono físico y mental de los espacios intrapirenaicos, borrados de todo análisis pero capaces, entre otras cuestiones, de aliviar la presión turística futura sobre los valle altos. El intramontano que cruza la comunicación de la que hablamos ha sido, como los otros, olvidado.

El Gobierno aragonés no tendría que asumir en solitario los costes de una mejora definitiva ya que la comunicación a la que sirve el puente es, por su propia naturaleza, una ruta nacional, motivo por el que Fomento debe contribuir a su modernización, Su construcción fue una apuesta por abrir caminos conformando una importante encrucijada y ahora hay que deshacer el entuerto e incluso revertirlo como la carretera nacional que fue.

La reciente intervención del portavoz de Ciudadanos ha tenido lugar inmediatamente después de dos escritos míos similares sobre el tema en los dos principales diarios de Aragón. La posibilidad de haber provocado esa intervención justificaría el fin de muchos de mis escritos, que no es otro que sembrar inquietudes o despertar silencios -como el que pesa sobre por dónde quiere el Gobierno francés que pase el ferrocarril entre Burdeos, Pau y Zaragoza- y esperar que fructifiquen.