Opinión
Por
  • LUIS BUISÁN VILLACAMPA

Dos apuntes sin rencor

Izquierda, derecha... Viejos y nuevos tiempos de políticas confusas y conflictivas. Y no me gusta remover cierto pasado que a muchos en cambio les encanta. Pues resulta que mi abuelo Ramón ayudaba a misa y los republicanos en 1937 lo pusieron entre las pistolas y la pared, para que declarase donde estaba el cura. ¡Pero si el hombre no lo sabía! Dos veces fueron a por él. A continuación del disgusto mi abuelo murió de muerte repentina. Diez años más tarde unos maquis subieron escaleras arriba en nuestra casa, se presentaron en la cocina y cenaron. Mi abuela se escondió. En la misma mesa otro día almorzaron una patrulla de soldados, y unos años más tarde merendó la guardia civil, porque yo de joven fui alcalde pedáneo. Pues atentos: nos denunciaron y nos llamaron rojos por lo de los maquis. Y cuando lo de mi abuelo nos llamaban fascistas. ¡Mierda política! Entonces, ¿cómo puede uno ser de izquierdas ni de derechas Por todo eso, y porque nunca he querido ver rojos ni fachas, ni he odiado a nadie, solo quiero ser persona. Lo que han sido siempre las personas de mi casa. Pues con tanta retahíla de ismos, con franquismo aun, memoria histórica, y otras zarandajas para alimentar el bolsillo y el pesebre de los políticos que mantenemos, que se quedan a la altura del betún y se cuelgan la medalla de estadistas; con tanto odio nuevo entretanto, no llegaremos a ninguna parte. ¿Ven lo de Cataluña Se veía venir. ¿Y lo de Andalucía? No me digan que les sorprende VOX, pues se asomaba a la ventana con tanto ruido de los contrarios en las calles. Algunos dicen que la derecha extrema es preocupante; otros dicen que la izquierda extrema va por delante. "País" nulo y delirante.

Durante treinta y cinco años trabajando en una empresa de Barcelona, estuve rodeado de catalanes, que no paraban de hablar contra el régimen de Franco. Yo aquello lo entendía. Lo que no entendía ni me gustaba era que se recrearan tanto con chistes, burlas y ataques a España. Les planté cara con buenos argumentos. Pero unos cuantos formaron contra mi persona una especie de conjura de los necios, que me podía haber costado el puesto de trabajo, si no hubiese tenido una brillante hoja de servicios y un par de aquellos, que dijo Federico Trillo. Sufrí acoso laboral. Pero allí me jubilé y los invité a todos con cajas de bombones. Me regalaron dos libros, un elegante portapapeles de mesa de escritorio y una postal de un lobo (mi animal favorito), con las firmas de la mayoría. Excepto de dos o tres cenutrios/as. A veces aún voy a la empresa, que no está donde estaba ni es lo que era, a ver un par de colegas que por milagro, a pesar de la crisis y de cierta mala gestión, aún quedan en vísperas de jubilarse. Y me dicen: "Qué moreno estás, Buisán". Yo les respondo: "El aire y el sol de Sobrarbe. Pero estoy blanco por dentro, que cuando trabajaba estaba negro por dentro y blanco por fuera".

Tengo hijas y nietas/os, y no me gustaría que pasaran lo que yo pasé, por proclamar y defender la españolidad en Cataluña. Así es que, harto de políticos ladrones y traicioneros, no he influido en mis nietos/as para nada. Que sean libres si pueden. Y si un día se colocan a trabajar en el Ayuntamiento o en la Generalitat, o en otro pesebre secesionista, lo entenderé, aunque es un tormento soportar la paranoia, "calamidad de estos tiempos, cuando los locos guían a los ciegos". Cita de Shakespeare.