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Moreno Bonilla, obligado al funambulismo

Juan Manuel Moreno Bonilla, que parecía condenado por las encuestas y por los deseos de no pocas fuerzas internas del Partido Popular y externas a acortar su carrera política, ha tomado las llaves del Palacio de San Telmo para iniciar su andadura como presidente de Andalucía, comunidad que en toda la democracia actual sólo había conocido las siglas socialistas en tal desempeño.

La sesión de investidura reveló ayer cuán proceloso va a resultar su mandato, que no tendrá momento de comodidad porque los riesgos abundan por todos los flancos. Lógicamente, por el del partido que ha sido el más votado, el PSOE de Susana Díaz, a la que la aritmética parlamentaria no le ha dado para gobernar. También por el de su socio de gobierno, Ciudadanos, que exhibe sin disimulos su desapego respecto al acuerdo que ha tenido que alcanzar con Vox, un compañero que no era deseado por Moreno Bonilla. La complejidad de este panorama se revela en el hecho de que las desavenencias entre la formación a la derecha de los populares y éstos mismos hubieron de ser resueltas en equipos negociadores de Madrid, ante el vituperio de los opositores y de algunos barones propios, por más que eran conocedores de que era la única opción para un cambio histórico.

Va a tener que aplicarse a un funambulismo en el que sólo le quedan dos salidas: una, la triunfal con un salto airoso después de equilibrar todas las corrientes y tempestades contrarias, y sobre todo de gestionar al servicio de los andaluces, que de ésta y no otra cuestión se trata al final; y, la segunda, la del batacazo en la supuesta tesitura de que todos los supuestos se alíen en su contra. En su vara, precisará de la templanza de un sabio, de la flexibilidad de un junco y de la firmeza del hierro forjado. De hecho, toda España, por lo que pueda suceder, está ojo avizor.

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