Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Una fiestas para reencontrar las raíces

En tono jocoso, los oscenses atribuimos la fiesta de San Vicente a la finalidad de acudir a las estaciones de esquí o a determinados centros comerciales en ciudades vecinas. Se ha impregnado en la mentalidad colectiva de tal manera esa fórmula de la celebración vía evasiva que hasta resulta sorprendente para algunos la contestación de que vamos a disfrutarla como debiera hacerse en una tierra amante de sus raíces y deseosa de aprovecharlas para la confraternización, que es, si no una obligación legal, sí al menos un deber cívico... salvo que renunciemos al principio irrechazable de respetar nuestros orígenes y evolucionar nuestro entorno natal o de adopción.

Lógicamente, el libre albedrío contribuye a que cada uno elija la manera de honrar sus tradiciones, entiéndase éstas como veneración religiosa o como celebración pagana. Y, sin embargo, renunciar siquiera al conocimiento de las virtudes de San Vicente -mártir en el escenario de la expresión de sus derechos- y al patrimonio cultural y costumbrista que nos han entregado nuestros ancestros representa un mal síntoma de nuestro compromiso como ciudadanos.

Establecido el terreno de juego, la fiesta de hoy constituye una oportunidad de disfrutar de un programa suficiente -las críticas desde hace años han sido el basamento de la excusa para acudir a legítimas aficiones a las que tenemos acceso durante buena parte del año- para compartir con la familia y los amigos, para manifestar el orgullo de la pertenencia a esta pequeña comunidad y para estrechar los lazos de una relación fructífera con la vista puesta en una ciudad más grande y, sobre todo, con mayor sensibilidad para equipararnos todos en justicia. No es imprescindible asumir este objetivo global, pero, cuantos más seamos, más virtuoso será el crecimiento.