El sector de Viajes y Turismo representa el 10,4 por ciento de la economía mundial y genera 1 de cada 10 puestos de trabajo. Son los datos de la presidenta del Consejo Mundial en el marco de Fitur. Unas estadísticas que revelan, junto con sus traslaciones a España -donde esta actividad es un motor económico imprescindible y enormemente resiliente, como se ha constatado en la crisis que aún da sus últimos aleteos-, Aragón e incluso nuestra provincia, donde ese porcentaje y esa repercusión se eleva prácticamente al doble, que la feria madrileña es mucho más que un escaparate (que lo es, y extraordinario) para posicionarse en el complejo universo de los destinos, para erigirse en sí mismo en una oportunidad. Tan sólo la inconsciencia, que no se evanesce por una presumible desesperación ni por una legítima defensa de intereses diluida por la dimensión y oportunidad de la protesta, puede conducir a una profesión entera en la capital a aplicar un cordón inmovilizador cuando tanta trascendencia hay en un acontecimiento como la inauguración de este certamen. Lo de ayer no tiene otro nombre que irresponsabilidad sobre ruedas.

Puertas adentro del recinto ferial, que es lo sustantivo estos días, tras la apertura de manos del rey Felipe VI, se está ofreciendo la ocasión inmejorable de observar cuanto de bueno y de nuevo se está moviendo por los cinco continentes, cuanto de innovador están aplicando las compañías, cuanto de ingenio y de esfuerzo están poniendo sobre este relevante sector los territorios. Los formatos, las fórmulas, las nuevas tecnologías, la digitalización, los usos presentes y venideros se exhiben para que una tierra como Aragón cumpla con su aspiración de aprovechar sus recursos patrimoniales, naturales y de ocio para extraerles hasta el último ápice de valor. Aquí se dibuja el futuro.