Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Trazos de cómic, desgarro de tragedia

La confusión entre el humor y la responsabilidad ha conducido a la apreciación en amplias capas de la sociedad de tiranos aparentemente hilarantes por la ridiculez de sus intervenciones y de sus acciones con una cierta sonrisa en la boca, dispuestos a la hipérbole para extraer el punto más gracioso de lo que, en realidad, es el origen de grandes desgracias. Nicolás Maduro tiene trazas de cómic y, de hecho, ha sido objeto de chistes, unos más blancos, otros absolutamente negros, obviando el panorama catastrófico al que ha conducido a uno de los países más ricos del mundo, Venezuela, al que ha sumido en una desesperada miseria en amplísimas capas de la sociedad. Acostumbrado como ha estado Occidente a abusar de los estereotipos, se ha preferido mirar hacia otro lado con unas orejeras éticas infames, mientras millones de ciudadanos del país sudamericano cogían sus enseres y afrontaban un éxodo doloroso. Huir, despavorido, de un espacio de promisión natural representa un sinsentido que una comunidad internacional con conciencia no puede consentir.

El régimen chavista ha sido un destructor de libertades y derechos catastrófico, y ha condenado a generaciones de venezolanos a la pobreza y a la desesperación, cuando no a la desesperanza. Ahora, el último estrambote de Maduro y sus acólitos -militares y gobernantes- ha sido contrarrestada por Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, que se ha autoproclamado presidente del país, iniciativa que ha sido saludada y refrendada por Estados Unidos y otros países, no así la Unión Europea, como siempre en el limbo de la determinación cuando de política exterior se trata. Al final, hay que propiciar un proceso democratizador que dará y quitará legitimidades, porque el estado actual no es de excepción, es de caos.