Opinión
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  • DIARIO DEL ALTOARAGÓN

España y su "ingeniería humanitaria"

En tres centurias distintas, dos personajes, uno histórico y otro presente, han significado la misma condición de los españoles. Ayer, Alfonso Guerra aseguraba en una entrevista que somos algo autodestructivos, que no nos amamos lo suficiente. A finales del XIX, Von Bismarck sentenciaba que el nuestro es el país más fuerte del planeta, como constataba por los siglos que llevaba queriendo destruirse sin éxito en su pretensión. También ayer, el ministro del Interior definió los trece días fatídicos hasta la recuperación del cuerpo del niño Julen como una obra de "ingeniería humanitaria", una metáfora que venía a sintetizar la hercúlea tarea que hemos personalizado en el episodio final en los ocho mineros, pero que ha sumado cientos de guardias civiles, bomberos, protección civil y profesionales de distintas áreas, además de administraciones y casi cuarenta empresas que han sabido focalizar sus desinteresadas aportaciones hacia el objetivo que, al final, ha sido amargo en su desenlace.

España se despertó ayer abatida por la tristeza y por el dolor, desgarro elevado al aire a la par que los lamentos de los progenitores del pequeño de dos años, un alma blanca, pura, indefensa ante la fatalidad que se lo llevó a los adentros de la montaña, que en su interior es una terrible dictadora de las condiciones para extraerle el más mínimo resquicio de sus entrañas, sean propias o ajenas. La resistencia a dejarse arrebatar el niño enseña que la naturaleza tiene una fortaleza aún inaccesible a los anhelos humanos, aunque en este caso la combinación de tecnología, ingeniería y voluntad ha acabado arrancando a la víctima de sus intrincadas fauces. Los deseos corales de todos los españoles no han tenido final feliz, pero España ha agrandado su legendaria figura del coloso imparable cuando todos laboramos por una causa común.