Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Una estadística para el estímulo

Las estadísticas resultan vacuas si, simplemente, tienen la secuencia de la contemplación. Han de ser la herramienta de la observación, del análisis, del procesamiento y de las conclusiones para acabar actuando, porque, de lo contrario, habrán sido un esfuerzo estéril. Singularmente, deberían ser cruciales aquellas que están referidas a la actividad económica y, particularmente, las que tienen que ver con el empleo, que no en vano constituye una de las grandes obligaciones de gobernantes, de empresarios, de sindicatos y de toda la sociedad.

La Encuesta de Población Activa ha arrojado unos guarismos esperanzadores en el conjunto del ejercicio 2018, con los matices que se desee pero, al final, positivos. En su estudio, sin embargo, hay que apreciar algunos detalles como el crecimiento del empleo público o esa cierta querencia a una desaceleración del Producto Interior Bruto de 2019 que debiera ser un estímulo para buscar las políticas más eficaces -sale "muy caro" engendrar puestos de trabajo en nuestro país respecto a otros donde, con menos empuje de la economía, hay una mayor facilidad para aligerar las listas del paro- y, sobre todo, para sumar esfuerzos que coadyuven a una prolongación del buen ciclo que, en términos macroeconómicos, ha derivado en un alivio de esa lacra en los últimos años, por más que haya detalles como la precariedad, la limitación de los salarios y la restricción del poder adquisitivo que no favorecen la sostenibilidad de una coyuntura más sólida.

En la resolución de la recesión y la crisis, uno de los grandes peros es que España no ha evolucionado suficientemente en el cambio de estructura y en reformas que, más pronto que tarde, serán obligadas. Y esa es una asignatura que tenemos que afrontar.