Opinión
Por
  • FERNANDO SEMPRÚN ROMEO

Dolor, tristeza e impotencia

Cuando ocurren casos como el del pequeño Julen y otros parecidos, resulta imposible que las lágrimas no afloren y un sentimiento de tristeza te embargue, naturalmente para nada comparable al dolor que sus padres y otros allegados sienten y que permanecerá mientras vivan, aunque disminuya con el tiempo la intensidad.

Y cuando se puede llegar a la Luna, mandar sondas a Marte y realizar operaciones médicas que hacen años eran un sueño, nos sentimos impotentes ante casos como el del niño Julen que se precipitó en un pozo dejando en el camino su bolsa de golosinas y su visera, para encontrarse a tan tierna edad con la muerte. Él ya estará formando en las legiones de ángeles del cielo, pero aquí una vez más debemos ponernos las pilas y analizar cómo sucedieron las cosas, la legalidad en este caso del pozo y cómo pese al buen hacer de los diferentes cuerpos, mineros de Asturias, guardia civil, bomberos y demás voluntarios que no les faltó la esperanza y ni decayó el ánimo para encontrar a Julen.

Aunque la justicia no va a mitigar el dolor ni devolverá al niño. Julen, junto a sus padres, sí debe llegar hasta las últimas consecuencias para que hechos como éste no se repitan. Desde el cielo, Julen está ahora dando las gracias a todos los que lucharon para retenerlo aquí y mandando un enorme abrazo a sus padres para que sepan que allí arriba los recuerda siempre.