Opinión
Por
  • ENRIQUE SERBETO

La felicidad intermitente

La felicidad intermitente
La felicidad intermitente

A veces me gusta decir que, en mi opinión, la felicidad no son más que esos ratos que hay entre un disgusto y el siguiente. La vida que yo he visto hasta ahora (y, como muchos de mis contemporáneos, he conocido ya dos siglos, dos milenios y un porrón de décadas) ha tenido de todo, sobre todo tiempos de alegría y optimismo. Y en general el mundo ha mejorado muchísimo. Para los que se empeñen en pensar lo contrario, les recomiendo que busquen algún video de Hans Rosling, que es un especialista en explicar cómo las cosas se han transformado para bien y mucho en todo el mundo, sobre todo en Asia.

Una de las cosas más bonitas que habíamos visto fue el fin de la guerra fría y la caída del sistema totalitario que impuso la Unión Soviética. Tuve el privilegio de vivirlo muy de cerca, incluso estaba en la mismísima Plaza Roja de Moscú en el momento en el que fue arriada la última bandera soviética de un edificio del Kremlin. Recuerdo que nevaba como estos días en mi pueblo. Bueno, pues esa felicidad puede que haya durado esos veinticinco años largos y ahora puede venir el próximo disgusto. Me refiero al hecho de que Estados Unidos y Rusia hayan decidido anular el tratado que les impedía construir armas nucleares de alcance intermedio. Metidos como estamos en la apasionante evolución de las cosas en Venezuela o en los asuntos domésticos, tal vez no nos haya dado tiempo de valorar lo que significa que los dos países que más misiles nucleares tienen estén preparándose -si no lo están ya- para construir aún más y, específicamente, aquellos que están pensados para ser usados en el escenario europeo. Significa volver a los años 80, cuando la única salida para Europa fue aceptar que Estados Unidos instalase en Alemania Occidental sus misiles para contrarrestar los que la URSS había situado en Alemania Oriental. A pesar de las enérgicas protestas que entonces favorecieron el nacimiento del movimiento ecologista, aquella decisión valiente de Occidente logró que Moscú aceptase retirar su amenaza. Lo que vino después fue la descomposición del mundo soviético.

¿Qué pasará ahora en esta nueva carrera de armamentos? A primera vista nada bueno para Europa. En Washington tenemos un presidente tan imprevisible que, a su lado, Ronald Reagan aparece como un gigante de la estrategia. Y en Rusia, en vez del pusilánime Gorbachov hay un nacionalista paneslavo con poca vocación de demócrata y que añora un tiempo de gloria soviética que él apenas conoció. Me parece que en términos históricos viene un tiempo de nuevos disgustos. Si hay una segunda guerra fría no será como la que conocimos, aunque todavía no llego a imaginarme cómo se podría sostener en este mundo globalizado. Y lo peor de todo es que hay que hablar de esto cuando aún está uno saboreando la victoria del Huesca del viernes. Es lo que les decía, apenas acaba el fantástico partido, se conecta uno a internet y ya se ha acabado la felicidad. A ver si al menos la racha del Huesca sigue la semana que viene y hay otro episodio de felicidad de 90 minutos.