Opinión
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  • Diario del Altoaragón

No hay peor ceguera que huir de la observación

Probablemente por el nerviosismo propio de la etapa preelectoral que enerva a unos y ataca a otros -fundamentalmente los mensajeros, la lectura de las estadísticas en torno al mercado laboral se convierte en un ejercicio convulso, irreflexivo, incapaz de dimensionar en su justa medida, imposible en el ejercicio de la crítica, tendente a la complacencia o a la hipérbole negativa dependiendo del prisma del que arranca. No hay peor ceguera que la que emana de alguien que huye, por temor o por irresponsabilidad, de la observación, con las consecuencias paralizantes que conlleva.

Se ha vivido la publicación de los datos del desempleo como una guerra de interpretaciones de parte, no ya sólo por la cercanía de las urnas sino también por la concurrencia de novedades como el crecimiento del Salario Mínimo Interprofesional. Indicadores como esas 606.000 bajas de la Seguridad Social el primer día hábil del año han sido útiles para la lectura ofensiva y para la defensiva, exactamente igual que la comparativa con años precedentes. El cortoplacismo obnubila la cordura, obviando que el paro ha de ser analizado en las tendencias de varios periodos y no por un mes aislado. Pero la negación de los guarismos es igualmente pernicioso porque la honradez intelectual de quienes desmenuzan las cifras exige la prudencia de preguntarse si, efectivamente, hay un cambio en la evolución. Ni el tremendismo ni la negación son puntos de partida válidos, porque con uno o con la otra, y hasta quizás con las dos, un fallo en el diagnóstico puede ser letal en asunto tan sensible como es el de un mercado de trabajo con 3,3 millones de ciudadanos en las listas de las oficinas de empleo y con una estructura económica que, pese al correctivo de la recesión, apenas se ha modificado para producir e innovar más. Es imprescindible humildad, honradez e integridad.