Opinión
Por
  • Diario del Altoaragón

Trúfate, un icono de la gastronomía oscense

Trúfate ha acumulado, a lo largo de la docena de ediciones que ha cumplido, argumentos sobrados para colocar en el olimpo de los ingredientes de la gastronomía nacional e internacional el producto recolectado, cultivado y autentificado en la provincia de Huesca. Para que un fruto tenga un marchamo personificado de un territorio, se requieren condiciones que empiezan por la excelencia intrínseca, continúan por la definición de la marca y derivan en una proyección que ha de alcanzar los mercados que son objetivo del promotor. En estos tiempos, la globalización ofrece tantas oportunidades -junto con la logística, las nuevas tecnologías y otras herramientas- que la renuncia a metas ambiciosas es, más que una constatación de realismo, una exhibición de indolencia.

El programa impulsado desde hace más de dos lustros por la Diputación Provincial incorpora muchas más actividades y contenidos que Trúfate. Pero, sin duda, este festival gastronómico se ha convertido en un objeto de deseo por el simple hecho de que a los ciudadanos en general, y los buenos gourmands en particular, les da la sensación de que incluso en la abundancia de las doce mil tapas, en apenas dos horas, son consumidas por un público atraído casi pasionalmente por este enigmático hongo de aroma profundamente seductor. Y es a través de este vehículo como toma la velocidad para trascender el mero hecho nutricio para erigirse en una oportunidad económica y una ocasión magnífica para dar a nuestra provincia la imagen de prodigalidad en su inventario de delicias de tierra, aire y aguas. La trufa es un icono que, para fascinarnos, hemos de conocer más detenidamente de forma que ahuyentemos el fantasma de la exclusividad e incorporemos el de accesibilidad. Merece la pena.