Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Parar el espectáculo, respirar y reflexionar

El espectáculo político nacional de la clausurada semana sólo podía "superarse" con la sucesión de reacciones de ayer, exhibición inquietante de que lo superfluo importa más que lo sustancial. Definitivamente, la coherencia ha quedado preterida en el arcano de los tiempos que fueron a la espera de que alguien con sentido común, reflexividad y visión la rescate para que sea la guía que necesita este país para hoy y para el futuro. El rosario de dichos y desdichos, de precipitaciones, de frivolidades, de juegos irresponsables con el lenguaje, de tolerancia con los rupturismos e intransigencia con las identidades que cohesionan, de cesiones y concesiones, de incontinencias verbales y de obra había de concluir con el epítome de la inteligencia que representa esa batalla de las cifras en la que aplicamos toda la diligencia que precisaríamos para construir la nación y no dividir a sus ciudadanos, que, por cierto, efectúan un ejercicio admirable para no incurrir en la desafección que es la amenaza más preocupante para una democracia.

En torno a la Constitución, a la ley y al Estado de Derecho que edifica, es más que aconsejable que quienes tienen claros los conceptos sobre la España no ya histórica sino la que está por venir protagonizada por jóvenes fuertes, dinámicos y con talento recompongan una realidad en la que la crispación sólo beneficia a los enemigos de este proyecto en común, amparados en un nacionalismo desnortado y desfasado. Necesitamos recobrar el prestigio de las instituciones y el sentido de servicio que ha de regir el desempeño de los partidos políticos y de todas las organizaciones públicas, para emprender una obra coral aunque diversa y plural, que entienda la discrepancia y la convierta en parte de la suma para mejorar la vida de los ciudadanos. En ellos hay que poner el foco.