Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Adelanto electoral previsible

El Libro de Job podría ser lectura de cabecera hoy del presidente del Gobierno. "Dios me lo dio, Dios me lo quitó", sin necesidad de apelar al nombre del Señor. Los mismos que le entregaron el sillón de La Moncloa han sido quienes han empezado a movérselo para una inestabilidad difícilmente salvable. Si algo demuestran los nacionalismos es que no son socios fiables, y de esta lección debieran aprender los grandes partidos constitucionalistas.

Bien es cierto que, en este viaje, Pedro Sánchez podría haberse ahorrado las alforjas que hoy porta en su espalda. Las mochilas que pretendían los separatistas catalanes eran inasumibles: reconocimiento del derecho de autodeterminación y mediación ante el juicio a los doce dirigentes secesionistas en el denominado "procés". Ni una ni otra reclamación encajan siquiera mínimamente en la Constitución. Y la ley, al contrario de lo que ridículamente espetó ayer Torra, es una barrera infranqueable en un Estado de Derecho.

En ese avieso e imposible maridaje entre los Presupuestos Generales del Estado y los objetivos independentistas, la nave se ha partido por la mitad y ha dejado al presidente en una situación desairada. Ya era compleja la pretensión de acabar la legislatura en 2020 con 84 escaños -contradiciendo, por cierto, su palabra en la moción de censura-, pero el derribo del documento con el que Sánchez ha intentado poner su sello en la gobernación permite vaticinar el anticipo de los comicios, si bien hay que reconocer que en este periplo de meses no ha escatimado en sorpresas y golpes de timón insospechados. En las últimas semanas, tanto el ejecutivo como el partido que lo sustenta e incluso sus aliados han deslizado la opción de funcionar con la dualidad prórroga y decreto. Poniendo el foco en el interés del país, las urnas piden paso.