Opinión
Por
  • VENANCIO RODRÍGUEZ SANZ

Atravesado por la vida

Un cable de cierta envergadura atravesaba su antebrazo por la zona interna, pero no sangraba. Súbitamente, un vencejo se posó en él y otro estaba a punto de hacerlo. Los dos eran machos adultos. Lo deduje porque, aunque ambos sexos se parecen, las hembras poseen una coloración más apagada, con el vientre más claro y la cola más corta. Y los jóvenes presentan una coloración negro mate, con la garganta y la frente naranja y una cola mucho más corta que los adultos. Hacía aire, el cable se movía y silbaba. Le pregunté si tenía algún significado aquello, si no le molestaba. Y tras asentir con los ojos, me dijo: "Nos aferramos a un hilo que mece el viento; hoy aquí, mañana allí. En ocasiones, estamos en el aire. Otras, nos aferrados a un hilo ardiendo. Todo es inestabilidad, todo es agitación, todo es frenesí. Solo fue un momento de dolor y yo tenía ese antojo. El único problema son las infecciones, los desgarros, los enredones, el peso... El día que me canse, me quitaré el tatuaje y ya." Mientras caminábamos por la orilla del Ebro, vimos otro cable atestado de vencejos...