Opinión
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  • Colectivo Ciudadano de Huesca

El Seminario y el Círculo Católico, palo y zanahoria

En 1980, siendo alcalde de Huesca el derechista José Antonio Llanas Almudévar, un grupo de ciudadanos conscientes del valor y utilidad pública del patrimonio desde la perspectiva de su vocación como factor de progreso, cohesión social y difusión de la cultura, iniciaron una campaña en defensa de las naves y edificaciones auxiliares que componían el viejo Matadero en peligro de derribo y goloso bocado para especuladores inmobiliarios. De los veintiún munícipes de entonces solo una concejala, Marisol Punzano, adscrita al Movimiento Comunista, se opuso a la demolición de las edificaciones de aire modernista de la calle Martínez de Velasco. Los otros veinte compañeros de corporación sentenciaron el complejo industrial a la pena de demolición por el sistema de la acción inclemente de la piqueta. Pero la presión social de una parte y el trabajo planificado y tenaz de otra, lograron la declaración de Bien de Interés Cultural otorgada en Madrid por el Ministerio de Cultura, y el decreto salvó el conjunto.

Tuvieron que pasar 13 años para que otro Ayuntamiento, presidido por Enrique Sánchez Carrasco, ante la imposibilidad del derribo y luego de muchas horas de debates estériles y abundantes propuestas peregrinas, sancionara definitivamente la reforma para adecuar las superficies construidas a los usos culturales que se reclamaban desde el principio. Hoy no se concibe este céntrico y amable espacio urbano y ciudadano sin la presencia del celebrado Matadero, epicentro de la cultura local y lugar de encuentro.

Más de 25 años después, y como si no hubiéramos reflexionado ni aprendido de la historia, un Ayuntamiento en pleno quiere liquidar prácticamente en su totalidad el antiguo Seminario Conciliar, el imponente conjunto que preside la plaza de la Universidad junto con el Museo de Huesca y el pastiche, ¡ay!, que fue Colegio Universitario. Es muy difícil de entender que la comisión de Urbanismo y los partidos políticos que integran la corporación aboguen por la eliminación física de buena parte de las estructuras del conjunto antes que buscar posibles destinos de aprovechamiento integral para servicios culturales, cívicos, museísticos, administrativos… ni siquiera el potencial arqueológico del solar les sugiere soluciones que alleguen nuevos atractivos culturales y turísticos. No le conceden ninguna oportunidad, "delenda est Seminario", sentencian iracundos.

Pero de nuevo, un grupo de ciudadanos, en buena medida los mismos que defendimos el Matadero hace casi 40 años, hemos vuelto a batallar para que los planes inanes de la actual corporación no se lleven a efecto en su devastadora integridad, y aunque no hemos logrado la declaración de Bien de Interés Cultural para todo el conjunto, mantenemos la reivindicación proteccionista, de momento por los cauces administrativos. Frente a los informes sin concesiones que exhibe el Ayuntamiento, oponemos la visión de un modelo de ciudad que respeta sus edificios más emblemáticos, la personalidad de un casco antiguo cuya trama urbana y aspecto estético es obra de los siglos y que refleja la identidad de los vecinos con sus construcciones señeras. Respeto, equilibrio y solvencia científica frente a desdén y vaciedad.

Podría ocurrir que la actual corporación municipal, tan entretenida en ocurrencias y componendas urbanísticas, quisiera pasar a la historia de Huesca, aquella pequeña historia en la que se regodeaba Llanas Almudévar, como los ayuntamientos que acabaron "manu militari" o por desistimiento formal, con señas de identidad tan relevantes como el Teatro Principal, la Casa Carderera, el Aero Club, el edificio de Simeón, importantes tramos de muralla… Quedarían igualados en sensibilidad y altura de miras con los concejales que han abogado a lo largo de los tiempos por la tabla rasa en materia de arquitectura de calidad, recuperación de inmuebles, rehabilitación del ambiente urbano a través de sus construcciones históricas o sencillamente liquidadores del ornato público.

La actual corporación no ha valorado ni una sola de las propuestas presentadas para salvar el conjunto del Seminario, reclamación avalada con la firma de más de mil doscientas personas, tampoco ha escuchado ninguna voz ciudadana, no ha abierto un debate para considerar lo mejor para ese enorme conjunto de innegable valor en todos los aspectos. A la actual corporación el patrimonio de la ciudad no le ha ocupado ningún contraste de pareceres, el desafecto ha sido unánime.

Pero además, sabedores de que no todo el mundo se administra el trágala con la misma complacencia y pasividad, al palo con el que atizan al Seminario le han colgado una zanahoria con una etiqueta tramposa en la que se lee centro de interpretación del Círculo Católico. Después de quince años de abandono y ocultación del yacimiento arqueológico de mayor trascendencia histórica de la ciudad, afloran las más inconsistentes e improvisadas intenciones electoralistas para vender a la ciudadanía un simulacro de exposición sin proyecto ni plan museográfico, ayuno de perspectiva científica tanto como de intención pedagógica o divulgativa. Unos pocos miles de euros que, en el remoto supuesto de que lleguen a la ciudad, solo servirán para mantener lozana la zanahoria en el viaje a ninguna parte.

El mismo destino sin horizonte de utilidad pública que sufren los restos arqueológicos del solar de Zarandia, el de la calle Artiga, Vilas o proyectos como la exposición permanente del legado de Ramón y Cajal, las rutas de la memoria o cualquier propuesta ciudadana que pretenda sacudir el sopor a una corporación municipal más proclive a cementar y alquitranar que a celebrar la edificante y enriquecedora presencia del arte, el patrimonio y la cultura en los espacios públicos.