Opinión
Por
  • CARLOS GARCÍA MARTÍNEZ

Cataluña, entre unos y otros

En los primeros meses de 1.919, hace 100 años, se publicaban, sucesivamente, las noticias que siguen. En enero: "En el Congreso ha comenzado a discutirse el proyecto de estatuto de autonomía para Cataluña". En febrero: "Los diputados castellanos de todos los matices han presentado más de cien enmiendas al proyecto de autonomía para Cataluña". El 9 de marzo: "Noticias preocupantes llegan de Barcelona. Capitanía ha militarizado a los trabajadores entre 21 y 33 años de La Canadiense y… empresas importantes como la Catalana de Gas y Abastecimiento de Aguas". Al día siguiente: "La situación en Barcelona ha incrementado su gravedad… una potente bomba ha explosionado junto a los talleres Henrich y Cía. Se han concentrado en la plaza de Cataluña obreros de La Canadiense movilizados". El día 13: "Gobernación ha confirmado que se ha declarado el Estado de Guerra en Barcelona. A la huelga de La Canadiense y del suministro de agua se han sumado otros gremios…". Y, también, por aquellas fechas: "Se mantienen las órdenes del ´Sindicato de Arte de Imprimir´ para que los periódicos de Barcelona se abstengan de publicar noticias relacionadas con la situación de caos·. El propio Heraldo de Aragón dejó de publicarse por una huelga de los impresores durante 25 días. Otras citas sobre aquellos meses que pueden venir a cuento: "Va a decretarse que los vendedores que mantengan la elevación de precios de los artículos de primera necesidad sean entregados ¡¡ a los juzgados militares !! ". O: "La comisión de Zaragoza para la celebración del Centenario de la Reconquista fue recibida por el conde de Romanones". "La Reconquista" que no fue tal ¿les suena En un contexto legal, económico y social muy distinto cabía preguntarse ante las recientes elecciones hasta qué punto y en qué grado podía repetirse la Historia, porque en 1922 triunfó el fascismo en Italia y a la España del siglo XIX se le rompían las costuras. Ya se le empezaron a rasgar en 1923 con el golpe del general Primo de Rivera, que declaró el estado de guerra, suspendió las garantías constitucionales y disolvió las Cortes, "en medio de la indiferencia popular". Se prohibieron la bandera y el himno catalán y se restringió el uso del catalán al ámbito privado. Y apareció la Unión Patriótica según el modelo fascista: partido único bajo la dirección de un militar. Años más tarde sucedió lo peor.

Ahora, a la vista de la respuesta de los votantes en las elecciones generales, sabemos que el peligro ha sido conjurado, como no podía ser menos, con el cemento de nuestras estructuras democráticas ya fraguado. Porque es ese cimiento, más que "la gente" o "el pueblo", de románticas y peligrosas referencias, el único capaz de salvaguardarnos. El pueblo votó a Hitler y pasó lo que pasó. Y votó después a otros, como Nixon o Trump, pero los Estados Unidos de América nacieron con la Constitución heredada de los Estados Generales de la Revolución francesa y sólo ella ha sido capaz de evitar desafueros y corregir equivocaciones facilitando destituir presidentes sin provocar desmanes. Es por ello que en las inmediatas elecciones europeas, nos debemos comprometer apoyando esas legalidades esenciales.

Antes de las elecciones ya pensaba que ninguna mayoría podría resolver "ahora" el problema de Cataluña, aunque según cual fuera podría seguirse envenenando. Reconocer las dificultades, suavizar el tono y olvidarse de limitar el escenario será la única manera de "irlo solucionando". La gran pregunta es cómo corregir de dónde venimos y si seguimos un camino adecuado para seguir juntos sin reconocer que éramos diferentes. ¡Ojo! Que no me refiero solo a los catalanes, los gallegos o los andaluces, que los pirenaicos son tan diferentes a los del Bajo Cinca o a los ribereños del Ebro como lo son entre sí sus habitantes. No deberíamos seguir viviendo como si tal cosa no fuese verdad.