Opinión
Por
  • JAUME CATALÁN DÍAZ

Retrato de Cristo y del cristiano

En efecto, y lo ha observado Joseph Ratzinger, el ahora Papa emérito. Tras la experiencias de los regímenes totalitarios y del abuso del poder económico, no podemos menos que constatar y agradecer esta orientación de las bienaventuranzas, aunque encontremos ciertas resistencias en nosotros mismos, contagiados como estamos de la llamada conciencia moderna, con su modo autosuficiente de ver la vida.

Por eso, por nuestras resistencias, todos necesitamos de la conversión. Lo dice el Papa Francisco: "No se es bienaventurado si no se es convertido, capaz de apreciar y vivir los dones de Dios" (Angelus 29-I-2017). Las bienaventuranzas, explica, son "el carné de identidad del cristiano". Y nos ha invitado a retomar esas páginas del Evangelio y releerlas más veces, para vivir hasta el final ese "programa de santidad" que va "contracorriente" respecto a la mentalidad del mundo. Un programa de vida sencillo y a la vez difícil, que se completa con el que Jesús propone en el capítulo 25 del evangelio de san Mateo, que a su vez se traduce en las obras de misericordia (cf. Homilía en Santa Marta, 9-VI-2014).

Las bienaventuranzas, ha señalado el Papa, son portadoras de una novedad revolucionaria. Proclaman vencedores a los que suelen considerarse "perdedores" (cf. Ibid.). Y por eso, conectando con el vocabulario actual, las bienaventuranzas son como "el navegador para nuestra vida cristiana" (Homilía en Santa Marta, 6-VI-2016).