Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Venezuela y todas las "venezuelas"

Naciones Unidas es tal entelequia que tan sólo pronunciar su nombre produce un cierto sonrojo. No ya por el hecho de que el mundo siga enormemente dividido, hoy más fragmentado que polarizado, sino porque la organización que debiera ejercer un papel fundamental para la resolución de conflictos y para aportar soluciones a los grandes problemas de la humanidad es un espectador de lujo y, consecuentemente, sin la autoridad que habría de precisar para tener una mínima eficacia. Cuando surge un enfrentamiento como el de Venezuela, donde más allá de la disputa política existe un escarnio inaceptable para millones de personas, el planeta mira hacia otros agentes interesados en el cambio o en la perpetuación del corrupto sistema de Maduro, sea Trump, sea Putin, sea China, sea -menos, desgraciadamente- la Unión Europea. Países, por cierto, con nuclear determinación dentro de la ONU a la que prefieren ningunear en lugar de potenciar.

Los grandes paradigmas que habría de asegurar una organización como Naciones Unidas, esto es, la defensa de los grandes derechos humanos que comienzan por el de la vida, la garantía de las libertades y el camino hacia las democracias y el Derecho como cimientos de la convivencia mundial, están al albur de las hipocresías o las incompetencias de la comunidad internacional y, particularmente, de ese concepto llamado Occidente cada vez menos vigente. El estado bélico de facto en Venezuela lo puede resolver el ejército decantándose del lado de Guaidó, reconocido por gran parte de las naciones, y abandonando al dictador Maduro. Pero, al final, en la reconciliación, habrá que ponerse manos a la obra para propiciar una atmósfera sobre la que restañar las heridas, abandonar la destrucción y edificar un país rico en recursos, pobre en todo lo demás.