Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La imprescindible robustez de Cruz Roja

Cruz Roja celebró ayer su Día Mundial, un día después de que la Reina doña Letizia protagonizara el acto central en Zaragoza en el que apeló a tender puentes para aliviar el sufrimiento de las personas con dificultades, y hacerlo además con el carácter universal que caracteriza a la institución. En Huesca, la fiesta se dedicó a los voluntarios, ese cuerpo imparable de acción social que, con el corazón como motor y las manos para resolver con dadivosidad las situaciones de injusticia y de discriminación, permite optimizar hasta niveles impensables los recursos de los que dispone la organización fundada por Henry Dunant. Una de las grandes virtudes de Cruz Roja y la Media Luna Roja es su capacidad para actuar no sólo en las emergencias patentes, que también y además con agilidad y eficacia, sino también las latentes. Aquellas condiciones de cualquier colectivo humano invisibles para la gran mayoría pero que están provocando un sufrimiento silencioso pero desgarrador. La filantropía es una oportunidad a la que ninguna persona ni entidad deben renunciar. Ni siquiera las administraciones. Entre todos, porque todos estamos concernidos por toda realidad anómala, tenemos el deber ético de responder con la generosidad de nuestras aportaciones económicas y, en caso de no ser posible, de nuestro trabajo desinteresado. Si el Estado de Bienestar hubiera de hacerse cargo de todas las demandas de los grupos marginados que tienen sus derechos en la legalidad y en la teoría pero con una accesibilidad prácticamente imposible, el coste para el erario público sería insostenible. Sólo la virtuosa eficiencia que engendra el equipo de profesionales, voluntarios y socios es capaz de cincelar una verdadera obra de arte humanitaria. La que, día a día, dibuja la Cruz Roja con la discreción de los más grandes, con la humildad de saber que, todo lo que das, te lo das; y lo que no das, te lo quitas.