Opinión
Por
  • FERMÍN BOSCOS

El jefe de la oposición

Todo está inventado y en la política el pasado acostumbra a ser prólogo. En 1982 Felipe González al frente de un PSOE pletórico (202 diputados) mirando hacia Londres y viendo a Manuel Fraga líder de Alianza Popular con 107 diputados, decidió importar el rango y los correspondientes boatos del "jefe de la oposición": despacho en el Congreso, chófer, preeminencias protocolarias, etc. Era una fórmula para tener a Fraga ocupado y contento. Copiar lo que se ha demostrado que funciona no es plagio, es inteligencia política. Cuarenta años después Pedro Sánchez ha desempolvado la figura del jefe de la oposición para ofrecerle a Pablo Casado la única alegría que habrá recibido en estos días suyos de pasión.

El PP ha perdido 71 diputados en Congreso y en el Senado dónde disfrutaba de mayoría, se ha quedado jibarizado en 56 escaños. En un alarde de temeridad Casado proclamó que si ganaba las elecciones al día siguiente aplicaría el artículo 155 de la Constitución suspendiendo la autonomía de Cataluña. La vida está llena de ironías; ahora la mayoría en el Senado la controlará Pedro Sánchez, lo que es tanto como decir que -al margen de la variable judicial- los dirigentes de los partidos que se implicaron en octubre de 2017 en el intento de golpe al Estado proclamando la república y con ella la independencia de Cataluña respiran más tranquilos.

Mientras tanto, sabiendo que Albert Rivera (Ciudadanos) huele la pieza y no oculta su ambición de arrebatar al PP la primacía del centro derecha, Pablo Casado vive días de incomodidad manifiesta. Cuando se pone a tiro de periodista a ninguno parece que le interesan sus proyectos para mejorar el empleo, asegurar el futuro de la Seguridad Social o encauzar la inmigración. Todas las preguntas que le alcanzan se resumen en una: si el 26 de mayo los resultados del PP se asemejan a los del 28 de abril, ¿dimitirá ¿Renunciará a la presidencia del Partido Popular Se comprende que deben ser días de angustia los que está viviendo el joven tribuno de los populares al que las circunstancias han colocado frente al atril con la orquesta desmoralizada y con la peor partitura posible: después del hachazo que supuso una moción de censura, la caída del Gobierno y el desconcierto reinando en las filas del partido. Lo dejó escrito el clásico: oscuro e incierto se presenta el reinado de Witiza. Sabemos que después vino lo peor y que don Rodrigo se perdió en la polvareda. De momento, como jefe de la oposición, quizá pueda atrincherarse y resistir. Falta que le dejen.