Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El teatro de los sueños, en el entreacto

La sociedad Deportiva Huesca cerró ayer el telón de una temporada histórica en la que ha interpretado una obra cargada de matices. Los actores irrumpieron entre los aplausos de la sala de butacas española, vivieron a continuación las penurias de un drama inquietante, se abonaron a la epopeya para evitar la tragedia y, finalmente, el desenlace resultó a la par triste pero catártico. En la escena final, el reparto y los espectadores se elevaron para entonar la esperanza como si el clímax adverso no hubiera sido sino un acicate para confabularse en una liturgia en la que hallar de nuevo la gloria para protagonizar otra pieza en la que asomar a la luz duradera. La insospechada, por inaudita, reacción de la afición del Huesca ante el Valencia, cuando cualquier otro público hubiera roto en una sucesión de lágrimas, dolor y desesperanza, ha admirado a la España futbolística, que ha reconocido en esa respuesta la grandeza de una voluntad irreductible, esa capaz de mover más que cualquier energía los mecanismos del porvenir.

Tras el epílogo ante el Leganés, una vez visionada y reflexionada la temporada, reposados en la balanza los aciertos y los errores, confirmada una filosofía del trabajo, el rigor, la honradez y los objetivos que, si no exclusiva, es diferencial y reconocible, el proyecto continúa. El Alcoraz, erigido en un acogedor teatro de los sueños, en la expresión mítica de Bobby Charlton sobre Old Trafford, se prepara en este entreacto para seguir mejorando sus condiciones, mientras el la observación, el talento y la gestión irán tejiendo el nuevo capítulo de un proyecto claro, humilde y ambicioso. Ese fuego reconfortante en el que toda la provincia y todo Aragón se han reivindicado y se han sentido orgullosos por unos valores de los que presumir. Una bandera, una identidad.