Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El balón prisionero institucional

Desde un punto de vista del sentido común de un ciudadano cualquiera, este arranque de la decimotercera legislatura -número escalofriante para los supersticiosos, que además coincidió en martes- está teniendo una digestión pesada. Ya fue duro engullir la transgresión de las fórmulas de juramento o promesa, pero la situación de los políticos presos que salieron elegidos para ocupar escaños en el Congreso y el Senado está resultando una especie de broma pesada, quizás porque la inexperiencia -afortunadamente- en estos aconteceres hace dudar sobre su resolución, quizás también porque nos hallamos en vísperas de unas nuevas elecciones y nadie quiere moverse en falso.

La presidenta del Congreso recién votada y el poder judicial han establecido una especie de juego de balón prisionero en el que resulta difícil conocer cuál es el responsable de solventar este escollo, una dinámica en la que los protagonistas del conflicto ejercen de espectadores e incluso uno de ellos puede llegar a ser actor principal en la comparecencia ante el rey Felipe VI, que consecuentemente recibiría a un imputado por tres presuntos delitos que se encuentra, además, en pleno proceso judicial.

El Supremo ha sido claro al apuntar, incluso, la solución jurídica que ha de asumir la presidencia de la cámara baja para la suspensión de los cuatro diputados incursos en este proceso. Mientras, los partidos independentistas siguen aportando sus estridentes triquiñuelas indignas de la condición institucional, lo que significa que, lejos de buscar diálogos o reencuentros, siguen empecinados en su pueril contumacia frente a todo guiño u ofrecimiento. La firmeza forma parte de la responsabilidad de los dirigentes porque, de lo contrario, al final del juego podemos hacernos daño.