Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El Brexit, devorador

El brexit está engullendo a unos cuantos de los protagonizas de los episodios que condujeron a su aprobación y a su proceloso desarrollo posterior. La primera víctima fue el insensato primer ministro David Cameron, que abrió la caja de los truenos y acabó devorado por un error de cálculo -no exento, para qué vamos a engañarnos, de un desapego notable a la causa europeísta- que le condujo a la dimisión. En la vorágine a la que han conducido actitudes populistas como la de Farage o Boris Johnson, a la que han contribuido también dentro del desconcierto generalizado en el que las incoherencias han galopado paralelas a las irresponsabilidades, la segunda máxima mandataria en desplomarse en el precipicio ha sido Theresa May, que ayer mismo, en el momento en el que anunció su dimisión en diferido, reconoció su lamento por no haber podido ejecutar lo que salió de las urnas en aquel lamentable referéndum.

Theresa May ha comprobado, en carnes propias, la complejidad del camino afrontado por Reino Unido, donde el desvarío estimulado por políticos con tan poca proyección como sentido pastoreó a una parte de la población que no entendió que los actos tienen sus consecuencias y las decisiones severas pueden conllevar efectos indeseados. La determinación británica, amparada en una ventaja demasiado exigua como para no entregar una segunda oportunidad a la reflexión, va a acabar entregando el testigo de la gobernación transitoria a Boris Johnson, cuyo perfil hiperbólico y su ambición desmedida auguran serios obstáculos a la búsqueda de consensos con los organismos comunitarios. Además de una cortedad de miras nacionalista extrema, Gran Bretaña puede quedar cortocircuitada en su progreso y dañar una Europa que sólo puede encarar sus retos en comunión.