Opinión
Por
  • MARIANO RAMÓN

Hábitos

Según La Voz de Galicia (19-11-2009), un chuletón de buey gallego de tres dedos de grosor costaba entonces entre noventa y cien euros. Tal era el aprecio de esta carne procedente de bueyes criados con similares mimos que los prodigados a los de Kobe (Japón) cuyas masas musculares son sometidas a los masajes de sus criadores... Sin necesidad de llegar a estos extremos también aquí son muy apreciadas las carnes de los ternascos de Aragón, de las terneras avileñas, de los cerdos ibéricos extremeños y de tantas otras razas animales que pastan en los campos españoles. Allá por los años sesenta y con el fin de dar salida a los abultados stocks de leche en polvo acumulada en los almacenes de Europa se promovió la "carne blanca" de ternera en parangón al "veau de boucherié" tradicionalmente criado en el país vecino. Sin embargo, la diferencia entre ambos radicaba en el hecho de que mientras a la primera se le empapuzaba con espesas papillas de leche en polvo, el francés amamantaba toda la leche de su madre durante los diez meses que duraba la lactación. La promoción de la "carne blanca" no prosperó debido a que se aliviaron los stocks de leche en polvo y a que no tuvo el favor esperado de las personas mayores y frágiles de salud a quienes estaba indicado. Ahora, sin embargo, un sucedáneo de carne elaborado a base de plantas, levaduras y grasas vegetales está teniendo un inesperado éxito en el mercado norteamericano. No es de extrañar que así sea por cuanto que el habitual consumidor de carne está aparcando sus hábitos carnívoros en la medida que aumenta su edad y disminuyen sus exigencias nutritivas. El consumo de carne siempre ha sido signo de alto poder adquisitivo y de virilidad, si bien la Organización Mundial de la Salud definió a las carnes rojas como "posibles cancerígenas". Remontándonos a los orígenes de la especie humana, es de recordar que el hombre primitivo se hizo carnívoro cuando descubrió que el fuego hacía más digerible la carne procedente de los animales que cazaba, por lo que las actuales campañas en pro de la vida de los animales y el vegetarianismo tienen mucho que ver, dicho sea con todos los respetos, con las costumbres de nuestros ancestros así como la asiduidad de esas amas de casa, generalmente mayores, que prefieren hacer la compra de carne para guisar en las escasas carnicerías que todavía restan en el casco histórico de la ciudad, lo cual revela una cierta tendencia a mantener los hábitos tradicionales.