Opinión
Por
  • JOSÉ RAMÓN VILLOBAS SESÉ

Inteligencia artificial

Las luces del siglo XVIII las fue apagando paulatinamente la revolución industrial del XIX. A caballo entre el XIX y el XX se desencadena en España, a causa de la pérdida de las últimas colonias, una nunca vista tormenta-terremoto del que emergen grandes lumbreras intelectuales como son los componentes de las generaciones de 1898 y 1900. La generación del 27 es ya de menos voltaje, especializada en melódica poesía, a veces críptica.

De entonces a acá se va apoderando de la piel de toro un alarmante erial intelectual, y no sólo en España sino en Europa entera, que parece alcanzar su zenit en nuestros días. No existen apenas pensadores ni líderes que tiren. La filosofía, reina del saber, cotiza en rojo. El pueblo se encuentra más aborregado que nunca. Y es lo que pretenden los mandamases para no recibir críticas y para hacerlo comulgar con ruedas de molino.

Justo en este estado sufrimos los primeros embates del tsunami de la inteligencia artificial, que nos coge desarmados. El astrofísico Stephen Hawking la temía y odiaba. El teléfono 5G, la robótica y la IA lograrán que se oxide más nuestro cerebro y que aumente tremendamente el desempleo.

Para algo sirve internet. Recientemente he escuchado una conferencia de Yuval Noah, catedrático de la universidad hebrea de Jerusalén y autor de "Homo Sapiens" y "Homo Deus", impartida desde un colegio mayor de Oxford sobre la IA. Lo más excitante es que puso ejemplos. Ahí van: 1. Se ha inventado ya el coche autónomo, sin conductor. Es cierto que se han producido accidentes con él. Pero si todos los coches están conectados a un superordenador cuántico, no chocarán entre sí ni atropellarán a peatones. Sobrarán, por supuesto, los semáforos.

2. En la salud humana sucederá algo semejante. Se adaptarán al cuerpo sensores externos e internos que vigilarán las constantes vitales, alertarán de bacterias y virus nocivos y serán la panacea de la medicina preventiva. Te indicarán qué fármacos debes tomar. Eso sí, costará millones crear ese superordenador-médico que realice todas estas funciones, pero saldrá muchísimo más barato que formar a miles de médicos, que no tendrían trabajo por otra parte.

Apuntaba Noah otros ejemplos que no explayó por falta de tiempo. Fueron la justicia y la enseñanza. El de la justicia me interesa y creo que podría explicarlo. Se ha cometido un crimen o delito. Se vierten al ordenador declaraciones del presunto culpable, su análisis psicológico, declaraciones de testigos, investigaciones policiales, detector de mentiras, pistas… El ordenador coteja todo con la legislación vigente y dicta sentencia. Sobrarían, entonces, jueces y demás partícipes del aparato judicial. Y las sentencias no serían, como con frecuencia, subjetivas o arbitrarias.

El problema moral que pesa sobre la IA es quién controlará esos superordenadores y qué papel jugará la persona con su ignorancia. Muchos se dirán ¿para qué estudiar si está ya todo inventado No sólo estaremos controlados sino dominados por el monstruo. Presiento que las novelas ficción de Huxley, Orwell, Shelley (Un mundo feliz, 1984, y Frankenstein, respectivamente) se tornarán en novela realista, histórica.

Mi preocupación es qué comeremos cuando esto funcione: ¿Ternera y langosta como los señores o cebada y paja como nos merecemos Y para más inri estamos viendo programas televisivos como Gran Hermano.