Europeo
El domingo pasado supuso el punto final a las elecciones celebradas en nuestro país, varias en menos de un mes, en las cuales muchas personas fueron a depositar sus sufragios.
Por cierto, las europeas no han estado exentas de polémica, ya que -al parecer por falta de espacio en las cabinas- las papeletas para votar estaban fuera de ellas, imposibilitando necesariamente que su voto fuera secreto y debiendo elegir a la vista del personal que iba a votar así como de los apoderados de las mesas.
La decisión de las Juntas Electorales, tanto de no acceder a las cabinas por no tener suficientes casilleros para colocar las papeletas y sobres de la candidaturas proclamadas, como de que así el proceso se desarrolla con la máxima objetividad, transparencia e igualdad -lisa y llanamente- no son de recibo.
Porque no se entiende en democracia que, sabiendo con la debida antelación la fecha de la celebración de esta primavera trufada de elecciones y con los enormes adelantos logrados hoy día, puedan resultar directamente afectados, ¡ay!, el derecho a la intimidad y el secreto del voto ciudadano.